Casi al mismo tiempo en que el Patronato Provincial Federico García Lorca ha concedido –muy merecidamente, por cierto– el galardón denominado ‘Pozo de Plata’ –copia en miniatura del existente en el patio de la casa natal del poeta y dramaturgo granadino– al creador y principal responsable de la compañía de teatro de títeres y marionetas, Enrique Lanz, nieto y continuador del celebrado Enrique Lanz, en el programa mañanero de la cadena radiofónica COPE, que dirige Carlos Herrera, informan sobre una denuncia presentada por otro director, también de una compañía de teatro de títeres, por la agresión sufrida por éstos, en el transcurso de una representación en la que, un grupo de chavales se levantaron y como si de un divertimento gracioso se tratase, se dedicaron durante un buen rato a propinar patadas y otros golpes a los muñecos que estaban en escena y a toda tramoya y objetos que encontraron por delante, causando un estropicio más que considerable a la compañía que actuaba, aunque, especialmente y según declaraciones de su director, fueron más duros los daños morales por encima, incluso, de los estrictamente económicos.

Esta información, que podría –de alguna manera muy forzada– ser considerada como una gamberrada aislada, puntual, viene a sumarse a otras acciones, más brutales aún, de que, también, han informado diferentes medios de comunicación, sobre grupos de menores que han infringido, presuntamente –siempre presuntamente– agresiones sexuales a niñas, alguna vez hasta propias compañeras de colegio, con violación incluida cual si de ‘naranja mecánica’ infantil se tratase. La coletilla de estas informaciones, por lo general, suele relatar que, aún habiendo sido localizados y detenidos los presuntos autores, han tenido que ser puestos en libertad, seguidamente, por ser eso, menores de edad. Y aquí no ha pasado nada o casi nada, a no ser que ese tipo de asuntos caigan en un juzgado de menores en el que, el juez correspondiente sepa administrar justicia pedagógica, instructiva, como las sentencias que suele dictar un famoso juez de menores de Granada. Aunque, de cualquier forma, ese juez no es un ‘supermán’ y se hace del todo necesaria la concienciación de padres, maestros y en general de toda la sociedad en cuyo interior se hace, cada día más necesaria, una profunda reflexión sobre los menores, la educación y el futuro.

Paralelamente a todo esto casi diariamente se escuchan justificadas quejas del Magisterio que, por trabajar muy directamente con estas criaturitas que esperan hacerse ciudadanos, son la primera punta de lanza que se enfrenta a esta difícil y muy preocupante situación, en la que la violencia y la ausencia de valores –que debieran ser aprendidos en casa, en el seno de las propias familias– conforman una mezcla explosiva. Lo que habría que hacer sería la busca de soluciones, porque bien se sabe ya lo que sucede cuando se escupe para arriba ¿O no?

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