Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Y Europa renació

La crisis social y económica tras la Gran Guerra propició que los líderes cayeran en el más rancio populismo

Hace setenta y cinco años las armas callaron en Europa. Los Aliados decidieron que no había ninguna paz que negociar con los nazis. Sólo aceptarían su rendición incondicional. Una vez que el general Jodl firmó en Reims el escueto documento que tenía sobre la mesa, Eisenhower le preguntó: "¿Han entendido ustedes los términos de su rendición incondicional y están dispuestos a cumplirlos?" Y no hubo más.

El totalitarismo se extendió por Europa tras la tragedia que supuso la Gran Guerra. La consiguiente crisis económica y social propició que los líderes políticos cayeran en el más rancio populismo y provocaran el exacerbamiento de los nacionalismos, la búsqueda del enfrentamiento con el adversario, el reforzamiento de las ideologías de clase y el desprecio del parlamentarismo y de lo que supusiera dialogo y colaboración. Y sobre todo ello, la obsesión por imponer su ideología a sangre y fuego, negando cualquier disidencia y recortando libertades en aras de un más que discutible bien común. Las potencias democráticas europeas -las pocas que iban quedando- decidieron, ante el matonismo hitleriano, evitar la confrontación mediante una cobarde política que llamaron de apaciguamiento. Sólo unas pocas voces avisaron de la insaciabilidad hitleriana. Y se les acalló no queriendo ver las consecuencias de tamaño error.

La guerra, que al final se tornó inevitable, fue cruel, dura, inhumana y destructora. Dejó una Europa asolada en la que el inicio de la reconstrucción convivió con el de la Guerra Fría y después, el renacimiento de las democracias lo hizo con el sojuzgamiento del Este al totalitarismo comunista y la pervivencia de los autoritarismos fascistas en la península Ibérica. Pero también se aprendió del error que supuso Versalles. El futuro de Europa, construido sobre las ruinas aún humeantes de la guerra, sólo podía estar en la Europa Unida. La misma que otros populismos y nacionalismos se empeñan en derruir hoy con similares argumentos.

Estas palabras, dirigidas por Isabel II a los británicos, a la misma hora que su padre -Jorge VI- lo hizo setenta y cinco años antes, resumen cuál ha de ser la actitud de quienes vemos peligrar, una vez más, las libertades: "Al principio las perspectivas parecían sombrías, la salida lejana, el resultado incierto, pero sabíamos que la causa era justa y esa convicción nos sostuvo. No bajen nunca los brazos, nunca pierdan la esperanza".

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