Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Fantasmas

EL Ayuntamiento de Granada está ultimando el pliego de condiciones que permitirá rematar en subasta tres edificios del patrimonio municipal de notable valor arquitectónico e histórico, el palacio de Santa Inés, la Casa Agreda y el inmueble de San Matías. ¡Un momento, por favor, no sigan! Acabo de releer la frase inicial y descubro que mi inconsciente lingüístico ha elegido tres términos que, si bien en la acepción activa están exentos de dramatismo directo, sí crean una sensación de acabamiento y liquidación: ultimar, rematar y subasta. ¡Puñeta, las mismísimas postrimerías! Sí, es normal que a veces el inconsciente escriba por delegación anímica, como en este caso. Por tanto no debo ocultar ni una línea más la desolación que me produce la venta del patrimonio público: quede constancia de ello.

También intervienen, claro, factores sentimentales. Para los que nos criamos en el entorno de la Carrera del Darro, el palacio de Santa Inés y la casa Agreda equivalen a algo así como a una pareja de testigos nobles y minerales de todos los individuos que hemos sido antes a lo largo de los años. Guardianes o referentes de nuestro tiempo subjetivo. ¿Quién no recuerda, de niño, el sentimiento misterioso que transmitían las casonas cerradas a cal y canto y el temeroso magnetismo que nos unía al secreto que escondían las gruesas puertas clausuradas?

La venta de propiedades es un recurso fácil y melancólico que si en las familias venidas a menos tiene un valor de ajuste de cuentas fraternal en el caso de las instituciones testimonia una deficiente gestión del patrimonio. El Ayuntamiento necesita dinero y tira de los inmuebles. Qué frialdad. Para pagar ¿qué? Supongo que el gasto que genera una determinada estrategia inversora que está ligada a un rédito político, a unos votos al final del mandato, etcétera. Pero además de una solución facilona revela una abrumadora falta de sensibilidad. Se liquida el patrimonio pero también la historia de ese patrimonio. Se venden para hoteles las casas ilustres pero también sus fantasmas, la memoria de quienes las habitaron y la de quienes nos dejamos observar por ellas tratando de adivinar qué juicio les merecíamos. En Granada hay muchos restos de memoria colectiva atrapados en fríos hoteles de tantísimas estrellas.

La venta del patrimonio municipal se entiende aún menos cuando en los últimos años la principal batalla política del Ayuntamiento con la Junta ha sido la recuperación del más modesto (aunque más caro, ay) edificio del Banco de España para transformarlo en un museo donde almacenar todas las reliquias y quincallas consistoriales.

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