Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

El Festival como superviviente

Una exposición recuerda los primeros años del acontecimiento cultural más internacional de Granada

La Diputación presenta en Condes de Gabia una exposición sobre los comienzos del Festival de Música y Danza de Granada que, desde 1952, se ha convertido en el acontecimiento cultural más importante de la ciudad, con un aliento internacional que tan necesario es en Granada para engavillar su pasado con un presente vivo y un futuro lleno de posibilidades, las que deberían tener en cuenta los candidatos a la alcaldía en esta nueva campaña. El Festival es un ejemplo de supervivencia de proyectos que, a veces, rozan el milagro, y al mismo tiempo de vigor, regeneración constante, partiendo de los momentos trascendentes que nos han hecho vivir, huyendo de mediocridades y vulgaridad que, con demasiada frecuencia, hemos sufrido en una charca localista.

Es una visión que se completará con una publicación, a la que amablemente me ha invitado Alejandro Víctor, el comisario de la idea que, por cierto, coincide, en otra sala, con un estremecedor reportaje fotográfico de Saura de la España de miseria que quedó tras la guerra civil. Es verdad que el Festival nació en la época franquista, de la mano de Antonio Gallego Burín, con el apoyo del Ayuntamiento presidido por Manuel Sola, pero pese a las circunstancias políticas y el recuerdo pasado de un conflicto que en Granada dejó terribles girones de muerte, crímenes -Lorca, políticos, intelectuales, ciudadanos todavía no reivindicada su memoria- y carencia de libertades, se consolidó como un faro de esperanza de que en la cultura y en la música podían encontrarse caminos de convivencia y libertad. Los que acudíamos siendo jovencísimos estudiantes de música a algunas sesiones de los primeros festivales, continuando los tradicionales conciertos del Corpus, no pensábamos que, poco más tarde, como críticos, seguiríamos, edición tras edición, la evolución de lo que ha permanecido 68 admirables años, enriquecido con las figuras del momento. La exposición la preside una fotografía de Margot Fonteyn, en el Generalife, en 1953, símbolo de que la continuidad no hubiese sido posible si en cada convocatoria no hubieran estado los más importantes conjuntos sinfónicos o de danza, figuras en todas las especialidades, cuyos nombres están en la memoria del Festival, en un maridaje ideal con el alma de la Alhambra.

En mi papel de veterano comentarista he exigido siempre lo mejor y he criticado los atisbos de vulgaridad. Con este bagaje de superación hemos llegado hasta aquí. Redacto esta columna a poco más de un mes para el comienzo de la 68 edición y cuando estamos en plena campaña electoral, con las ciudades en primer plano. Por eso creo importante destacar estos eventos claves que son ejemplo de supervivencia y unidad -política y social- para mantenerlos vivos y palpitantes.

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