Urgente Detenido un hombre como presunto autor de la muerte violenta en la Costa

No estoy muy seguro si para cuando se publique esta columna ya habrán dado sepelio real, es decir que estará realmente enterrada, la señora Elizabeth Alexandra Mary, más conocida durante 70 años como Isabel II; es decir la reina de todos los hijos de la Gran Bretaña o del Reino Unido, que no sé muy bien si es lo mismo. Ya saben ustedes que mi ánimo hacia aquellos nacidos allende el canal de la Mancha, para ellos es el "English Channel", no es precisamente muy positivo, quizás debido a mi formación carpetovetónica en la que me enseñaron que a los piratas que nos asaltaban y robaban el oro y la plata de América los nombraban caballeros, precisamente los antecesores de la ahora difunta reina.

En todo caso, he de reconocer, a esos hijos de la Gran Bretaña, que supieron endosarnos una leyenda negra de maltrato y brujería a la vez que ellos escondían, camuflaban y vendían con grandeza un imperio basado en la esclavitud, el comercio usurero de todo cuanto se pusiera a su alcance y encima seguían chuleándose con aquello de la Commowealth; mientras que nosotros como mucho hemos organizado un festival de canciones iberoamericanas. Reconozcamos el mérito, aunque ahora se alcen voces de repúblicas en algunos lugares del imperio. Como también tiene mérito que, en los tiempos actuales, en que una noticia dura medio día llevemos quince días hablando de la muerte y el funeral de la reina.

Ya se sabe que las comparaciones son odiosas pero puestos a comparar es cierto que en algunas cosas deberíamos imitar a los hijos de la Gran Bretaña. Por ejemplo, ellos tienen un himno muy conocido y que ahora con un simple cambio en una palabra, Queen por King, les sigue sirviendo para celebrar todos sus triunfos deportivos con pompa y boato. Nosotros ni eso, pues no tenemos letra y cada vez que se propone una pareciera que va a estallar una guerra. Total que seguimos con nuestro "lo, lo, lo, lo, lo" y si cambiamos de vocal la cosa no funciona.

Reconozco que doña Elizabeth Alexandra Mary ha servido a su país con gran dignidad, ha sabido llevar la corona y otros apéndices que se ponen sobre la cabeza sin generar desprecio hacia la institución, incluso supo rectificar con aquello de la muerte de su ex-nuera, y ha muerto con mucha discreción, aunque su funeral de Estado tenga más capítulos que una serie televisiva.

Empero en nuestro Reino de España, el ciudadano Juan Carlos va camino de llevar a la Corona a una muerte imprevisible con una agonía aún más interminable. Vale.

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