público y privado

María Escudero

Futuro incierto

DICEN todos los teóricos de las ciencias sociales que si algo define nuestro tiempo es la incertidumbre permanente en la que vivimos. Nuestra contemporaneidad está marcada a la vez que por la falta de certezas por la rapidez vertiginosa en que se manifiestan. Vivimos inmersos en un mundo permanentemente cambiante, donde nos sorprende que todo lo que durante tanto tiempo fue "verdad" ya no sirve, una sociedad que magistralmente describe Zygmunt Barman en Modernidad Líquida. Todo está patas arriba, la globalización ha hecho desaparecer las reglas, todas menos la regla "del todo vale".

La devaluación de las instituciones como consecuencia de la incapacidad de la política para ejercer el poder y controlar la economía, tal como ha puesto en evidencia la gestión de esta gran crisis que empezó siendo financiera, económica y que ya es social y política, está teniendo un gran impacto en nuestras vidas porque estamos asistiendo con una gran impotencia al desmembramiento de todo un sistema de valores, a la desaparición del gran pacto social del que todos nos sentíamos herederos.

La peor de todas las consecuencias es el miedo y la desconfianza en la política, único instrumento capaz de resolver los conflictos, aunque, eso sí, revalorizada y adecuada para responder a una realidad tan descontrolada como injusta.

Toda apunta a pensar, y la realidad nos lo muestra rápida y tozudamente, que las soluciones no son locales porque aunque ha habido mucha resistencia a admitir que la crisis era global, ahora estamos comprobando que las soluciones, sean las que sean, serán globales o no serán. Si el poder (económico) está globalizado las políticas (otras), de donde sin duda vendrán las soluciones, han de globalizarse.

En la sociedad civil (en toda su compleja realidad) hay demanda de cambio, pero los cambios han de ser profundos y abarcar a formas y contenidos. Nada se resolverá con la mera alternancia política tal como ya ha pasado en otros países, como Portugal por ejemplo, o más recientemente en Grecia e Italia, por cierto sin que haya participado el pueblo en su elección. No sólo no ha servido para remediar la situación sino para empeorar y hacer que se tambaleen algunas pocas certezas que sin duda hay que preservar. En apenas unos pocos días estamos convocados a decidir sobre está realidad líquida y a elegir a quienes han de marcar una hoja de ruta para abordar este futuro incierto que con absoluta certeza parece nos espera.

Nuestro estado de perplejidad no puede ser un obstáculo para asegurarnos al menos de que no se va a dilapidar aquello que entre todos hemos conquistado que son unas instituciones públicas y unas políticas sociales dirigidas a garantizar la igualdad. Las políticas ultraliberales que representa el PP en nuestro país nos han llevado a esta situación y ya están aplicando más de lo mismo allá donde gobiernan, también en Granada privatizan los servicios sociales o la educación infantil.

Yo creo en unas políticas diferentes, por eso voy a votar a Rubalcaba.

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