Granada la Llena

‘Granada la Bella’ de Ángel Ganivet va camino de convertirse en Granada la Llena. Invivible

03 de junio 2024 - 00:00

Hablando con el poeta, y buen amigo, José Carlos Rosales del problema de la invasión de los forasteros que agobia a muchas ciudades españolas, me recuerda que los candidatos a las alcaldías de los 80’ prometían a sus vecinos que, si los elegían, harían todo lo posible por mejorar las condiciones de vida de la población. Más parques y jardines, bibliotecas, más viviendas sociales, mejores medios de transporte, acciones de policía y vigilancia de los ruidos y alborotos, limpieza de las calles, festivales de teatro, apertura de consultorios médicos, multas por escupir, mear y potar en las esquinas, atención a los barrios, fuentes de agua para el caminante sediento, mejoras en el tráfico, control de la polución… Luego unas promesas se cumplían y otras se postergaban. Normal. A los alcaldes de ahora lo que les preocupa es llenar las ciudades de turistas. Gran éxito ha tenido el lema de la campaña electoral del ex alcalde Paco cuenca –“Cuenca pone al mundo mirando para Granada”- que, pese a no haberle dado la alcaldía, si ha despertado en viajeros de todo el planeta el deseo de mirar para nuestra ciudad y, no solo eso, sino la pulsión incoercible por visitarla. Y ya estamos tan atascados como Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Canarias o Mallorca. Aquí no cabe un alfiler. A Ganivet, en 1896, le molestaba que los obreros se fueran a vivir al extrarradio. “No hace mucho tiempo –escribía en Granada la Bella– los filántropos idearon con excelente intención algo nuevo: las ciudades obreras, y para construir casas baratas tuvieron que irse a las afueras de las poblaciones. Hoy el movimiento se ha parado en firme, porque se ha visto que el único resultado conseguido era poner frente a frente dos centros de combate. El pobre se contenta con ser pobre, siempre que no se le eche fuera”. Hoteles y pisos turísticos han expulsado hoy de las ciudades a la clase media. El turismo de masas, con el beneplácito de ciertos patriotas de boquilla, los mismos que se quejan de lo que ellos llaman la invasión de los emigrantes, tiene invadida a gran parte de España. Y los pisos que se ofrecen en las afueras y en las áreas metropolitanas a los desplazados, son casas carísimas. Las ciudades se han vuelto inhóspitas, invivibles. Hemos entregado la patria no al moro, sino al oro o, más bien, al oropel de un turismo barato.

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