La colmena

Magdalena Trillo

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Granada se descuelga de la desescalada (y hay motivos)

La última semana de salidas en Granada ha sido una auténtica romería: de la irresponsabilidad a la más absoluta inconsciencia

El paso a la fase 1 en la Costa Tropical y la Alpujarra también tendrá que esperar.

El paso a la fase 1 en la Costa Tropical y la Alpujarra también tendrá que esperar. / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Menos mal que no somos los únicos que nos quedamos en el furgón de cola de la desescalada. No lo digo por la situación real en que está nuestra provincia para avanzar hacia la fase 1 de desconfinamiento, sino por los relatos que fabricamos para explicarlo. Después de décadas cultivando la política del agravio, sólo nos faltaba el factor Covid-19 para fustigarnos pensando lo injusto que resulta formar parte de esa mitad de España que mañana lunes no podrá irse a las terrazas a tomar el sol y tapear, ni salir de compras sin cita previa, ni quedar con la familia y los amigos aunque sea en grupos de diez.

Granada vuelve a situarse como un punto negro en el mapa nacional. Pero no lo hace sola: nos acompaña Málaga, en ese "castigo a Andalucía" que ya ha denunciado el presidente de la Junta, y se quedan también a las puertas Madrid y Barcelona, tres provincias manchegas y varios territorios de Castilla y León, Cataluña y Valencia.

Si lo analizamos fríamente, tenemos argumentos para defender lo blanco, lo negro y hasta los grises. Me explico. Los criterios técnicos relacionados con el nivel de contagios, hospitalizaciones y muertes son demoledores. Este mismo jueves, en la víspera del anuncio del Gobierno sobre qué zonas pasarían de fase, en Granada se registraron 9 fallecidos y 65 nuevos positivos. La provincia acumula cerca de 3.000 casos y más de 270 víctimas. En los últimos quince días, el número de infectados sanitarios, el colectivo más golpeado de toda Andalucía, se ha disparado a más de un millar.

Bien es cierto que la situación es extrema en la capital y el Área Metropolitana pero también lo es que hay distritos sanitarios como la Costa, la Alpujarra o la Zona Norte limpios de Covid-19 que podrían haber avanzado. Es lo que pidió la Junta en las reuniones previas con Sanidad y es lo que se ha hecho en otras autonomías. ¿Por qué aquí no?

A finales de semana tendremos un nuevo examen -no habrá que esperar los 15 días que fijó inicialmente el Gobierno- y el propio Ministerio confirmó el viernes que tanto Granada como Málaga "evolucionan muy bien". ¿Nos estamos precipitando? Y la pregunta deberíamos hacerla extensiva a todos los territorios. El riesgo de rebrote está ahí y lo que hemos visto en las calles en esta última semana ha sido una verdadera romería. De repente nos hemos vuelto todos deportistas y senderistas urbanos. Jóvenes haciendo botellón en la Alhambra, el Paseo de los Tristes como si fuera la Fiesta de la Primavera y el Parque Tico Medina emulando las calles abarrotadas de la feria. Todos tendremos decenas de ejemplos: de la irresponsabilidad a la inconsciencia.

Desde Málaga, los profesionales de la Sanidad advertían esta misma semana que era preferible "esperar" alertados por lo que se estaba viviendo en la calle: "El riesgo no ha pasado; estamos jugando a la ruleta rusa". Vaticinaban un repunte de casos en dos semanas, otro bloqueo hospitalario y un impacto mayor en los colectivos más frágiles y en los sanitarios.

En Granada, los hosteleros también se han rebelado con la campaña Mejor cerrados que arruinados pero poniendo foco en el colapso económico que ya se empieza a vislumbrar (100.000 trabajadores en paro y más de 50.000 afectados por un ERTE) y en las dificultades que tendrá un sector que genera más de 15.000 empleos directos en la provincia para poder reactivarse con las limitaciones impuestas por el Gobierno. El barómetro que acaba de presentar la Cámara de Comercio tras entrevistar a más de 240 empresas deja poco margen al optimismo: nueve de cada diez emprendedores no ven nada clara la salida y casi la mitad no confía siquiera en que pueda sobrevivir.

Nos situamos justo en el centro del dilema: no cavar más el túnel; avanzar sin precipitarnos; eliminar restricciones sin dilapidar todo el esfuerzo que ya hemos realizado.

Para Granada, esperar una semana no es ninguna tragedia. Pero no lo es si realmente vamos a ser capaces de corregir las deficiencias de partida y frenar el espejismo de alegría de la desescalada. Aquí y en esa otra España que, aparentemente, pasó el examen.

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