El lanzador de cuchillos

Homenaje

En tiempos de voces extremas y altisonantes, nada mejor que discutir civilizadamente sobre nuestra Carta Magna

Aspirar a la perfección es cosa de fanáticos religiosos o de idealistas estériles. La utopía tiene buena prensa, pero es profundamente reaccionaria porque, en nombre de un paraíso inalcanzable, impugna las políticas pragmáticas destinadas a mejorar la vida de las personas. Nuestra Constitución es hija de la realidad más noble, la que nace del acuerdo, de la renuncia a los dogmatismos ideológicos, con el fin de posibilitar la convivencia a personas de distintas -incluso antagónicas- creencias políticas y visiones de la existencia. Por eso no gusta a los iluminados que quieren asaltar el cielo para imponernos al resto su particular paraíso terrenal. Contra lo que sostienen los dirigentes nacionalistas y el conducator de Podemos, lo cierto es que, a la sombra del consenso del setenta y ocho, los españoles hemos vivido razonablemente bien, y la experiencia me dice que lo perfecto suele ser enemigo de lo bueno.

Pasé la mañana festiva del 6 de diciembre bebiendo oporto, escuchando en la radio los discursos institucionales y escribiendo en las redes parrafadas como la de arriba. El caso es que en mi muro de Facebook se organizó un debatillo la mar de interesante. Alejandro Víctor, que fue corresponsal de El País, adjunto a la dirección de Granada Hoy y candidato interruptus a la alcaldía de Granada por una coalición violeta, verde y carmesí, mostró su discrepancia: "Las utopías son, han sido y serán el motor que encamina el idealismo hacia el mundo de lo posible. Sin el ideal de la democracia y la justicia no habría sido posible esta Constitución humana, falible e imperfecta, pero seguramente la única posible en 1978. Sin utopías el mundo sería regresivo y el conformismo habría sustituido cualquier deseo de perfección". Apuré mi copa de Sandeman y le contesté: "Trasladando tu reflexión al lenguaje de los cronistas deportivos, entiendo que lo que quieres decir es que el que sale a ganar, al menos se garantiza el empate y que el que se conforma con el cero a cero, suele acabar perdiendo. Esto vale para el mundo del fútbol, pero en el terreno de las ideas políticas los utópicos suelen ser totalitarios. O todo o nada. Lo mío y lo de nadie más. Las democracias parlamentarias consisten, básicamente, en consensuar empates que dejen a todos un poco contentos y un poco insatisfechos". Al punto llegó la réplica de Alejandro, a la que siguieron comentarios de otros usuarios, también inteligentes y educados. Allí estábamos, delante del ordenador, gente de todas las tendencias y las más variadas ocupaciones y procedencias discutiendo civilizadamente sobre nuestra Carta Magna, que cumplía cuarenta tacos: en este tiempo de voces extremas y altisonantes no le podíamos hacer mejor homenaje.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios