EL mítico Granada CF de los 70, el de Izcoa o el pichichi Porta, pero también el de Fernández, Montero Castillo o Aguirre Suárez, se labró una merecida fama de equipo duro y expeditivo que se empleaba con una contundencia que bordeaba los límites del reglamento para frenar las incursiones de los rivales hacia su portería. Aquello ocurría en el antiguo estadio de Los Cármenes y los recuerdos de entonces, de siluetas apenas visibles por la neblina que el transcurso del tiempo impregna sobre ellos, nos dicen que era aquel un conjunto temible para los delanteros visitantes. Uno de ellos se llamaba Johan Cruyff y tuvo la mala fortuna de debutar en el campeonato español vistiendo la camiseta del Barcelona precisamente en Los Cármenes. No es de extrañar que el holandés mencionara al Granada cuando le preguntaron cual era el equipo de la liga española al que más temía. Estos días la ciudad se ha tirado a la calle en masa para celebrar la vuelta, 35 años después, a la máxima categoría del fútbol patrio. El equipo de Fabri lo ha hecho con un estilo ágil, vistoso y preciosista absolutamente alejado de la leyenda negra que con merecimiento acompañó al Granada de cuando la mayoría de nosotros vestíamos pantalón corto. Un hecho que nos llena de esperanza y regocijo de cara a la próxima temporada.

Lástima que no todo sean buenas noticias porque si sobre el terreno de juego lo que hemos visto nos ha hecho sentir orgullosos del equipo, el resto de circunstancias que han rodeado un ascenso épico, cuyo guión no habría tenido más carga de suspense y emoción de haber sido escrito por un profesional de Hollywood, no han sido precisamente ejemplares. Desde los recibimientos hostiles a Celta y Elche, atribuibles a unos pocos que siempre son demasiados, hasta las declaraciones de una gran parte de los protagonistas, que van desde lo altisonante hasta lo impresentable. Tanto el presidente Pina, como el técnico Fabri e incluso algunos de los más significados jugadores han desperdiciado una magnífica ocasión de permanecer callados y demostrar así estar a la altura del ascenso. Acusaciones extemporáneas, gestos groseros y cánticos fuera de lugar han venido a emborronar un logro que en lo estrictamente deportivo ha sido impecable, y estos claroscuros han quedado reflejados en los medios a escala nacional. Por si faltaba algo, nuestro ínclito alcalde, siempre ávido de chupar cámara, ha terminado de poner la guinda colándose en una fiesta que no era la suya, como así se lo recordó una afición que no olvida el desapego, por decirlo suavemente, que ha mostrado el Consistorio con el equipo hasta que ha llegado un éxito de altura. Con semejante tropa de hooligans -y no me refiero a los aficionados- mucho me temo que la vuelta a primera del Granada no va a ser una experiencia plácida. Y que más de uno le va a temer a la visita a Los Cármenes como a una vara verde. Igualito que en los 70.

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