Buscando razones

josé Antonio Pérez Tapias

Imposible sin legitimidad

LA gota colmó el vaso, las líneas fueron traspasadas, los límites se rebasaron. Y la ciudadanía manifiesta, no ya malestar, sino ira acumulada en los depósitos de su conciencia, afortunadamente construidos con civismo suficiente para evitar el desbordamiento de aguas enfurecidas. Es muy triste el espectáculo de un gobierno contra las cuerdas por prácticas presuntamente calificables como corrupción vinculada a financiación ilegal del partido. La desazón ciudadana es catapultada al extremo de la indignación por la parálisis y falta de honestidad de un presidente que no da la cara, que se contradice -nadie, ni él mismo, considera verdadera su declaración de que "todo es falso"- y que se enreda en mendaz laberinto de encubrimientos.

Mariano Rajoy no puede seguir desempeñando la presidencia del gobierno. Lo constata una opinión pública atenta no sólo a dificultades insalvables para ejercer sus responsabilidades en España, sino también testigo del penoso papel al que está condenado en el exterior -véase rueda de prensa con la canciller Merkel-. No puede continuar un presidente sin autoridad, desacreditado por irrecuperable pérdida de confianza. Desde la oposición se pide su dimisión, haciendo lo que en democracia se debe. El PP adolece de sensibilidad democrática cuando lanza a su portavoz contra Rubalcaba acusándole de conspirar: es el enrocarse de un partido sobre el poder que se le desmorona. Invocar sin más la mayoría absoluta en el parlamento significa no entender nada. La democracia no puede ser reducida a legalidad mecánica, una vez perdida a raudales la legitimidad política -aunque exista la de origen-.

Sin legitimidad es imposible gobernar. La oposición lo va a tener que decir una y otra vez, y la ciudadanía lo recordará de mil maneras. La situación se hará más tensa y habremos de ser todos consecuentes con la necesidad de hacer crítica democrática a la corrupción política, poniendo freno a la crítica fascista a la política -no falta quien las confunde-. Es la crítica la que puede despejar el camino de las propuestas, las que espera una ciudadanía que ve cómo al injusto empobrecimiento que sufre se añade la humillación que le infligen un presidente y un gobierno que, con chulesca arrogancia, ponen su interés en salvarse por delante del interés de España y sus ciudadanos. Hablan hasta de patriotismo, pero todo el mundo sabe que no son creíbles.

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