señales de humo

José Ignacio Lapido

Infelices

DE CÍA Freud que hay dos maneras de ser feliz en la vida: una, hacerse el idiota, y otra, serlo. Por su parte Rajoy, del que no sabemos si alguna vez se ha psicoanalizado, ha dicho que aspira a devolvernos la felicidad a los españoles. Deduzco de sus palabras que el líder del Parido Popular entiende que los españoles estamos tristes. O que nos toma por idiotas. Fingidos o de pleno derecho.

La felicidad es una cosa seria, y si el candidato del PP a la presidencia del Gobierno se ha marcado tan alto objetivo quiere decir que estamos ante un hombre que no se amilana ante los retos imposibles. A mí, qué quieren que les diga, se me antoja más difícil hacer feliz a un español cabreado que reducir el déficit público. Infinitamente más complicado devolverle la sonrisa a alguien en edad de votar que gestionar con acierto los Presupuestos Generales de 2012. Lo único cierto es que a menos de quince días de las votaciones aún no sabemos de qué medios se servirán Rajoy y su partido para conseguir tan benemérito fin, si de un programa electoral o de un manual de autoayuda. La primera opción está prácticamente descartada. Me he tomado la molestia de echarle un vistazo al programa que por fin han tenido a bien presentar y me he encontrado con un cóctel de generalidades, buenas palabras y ambigüedad calculada. Como cualquier programa electoral que se precie. Imagino que no quieren dar pistas de la marca de tijeras, podadoras u otros artilugios de recorte que van a usar. Ellos como si nada: siguen asegurando que van a bajar impuestos con la que está cayendo, aunque luego Rajoy ha matizado que eso lo hará "dependiendo de lo que se encuentre". ¡Hombre de Dios! Si hasta mi perro sabe que la cosa está muy mal, ¿a qué viene la salvedad? En los ayuntamientos donde gobierna el PP se han subido sistemáticamente los impuestos y las tasas, ¿por qué habríamos de creernos que en el Gobierno de la Nación van a hacer lo contrario? Lo demás es un canto a la austeridad, a las privatizaciones y poco más.

En cualquier caso da igual. Toda glosa que hagamos sobre el particular está condenada a convertirse en un mero ejercicio literario. La reciente y demoledora encuesta del CIS es tan elocuente que casi tengo ganas de que Rajoy gane de una vez por todas las elecciones para ver cómo acaba con la melancolía de los albaceteños, la pesadumbre de los turolenses y la angustia vital de los motrileños y las motrileñas.

En farmacología se conoce como placebo a la sustancia inocua que se le suministra a un enfermo que desconoce que está recibiendo una medicación falsa. Debido al efecto psicológico muchas veces funciona y el paciente cree notar una mejoría, un bienestar transitorio. Auque nunca cura la enfermedad. Un caramelo con forma de pastilla sirve para el engaño. Incluso un simple vaso de agua. Y Rajoy lo sabe.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios