UN fenómeno simétrico al de los cesantes que no se resignan a volver a lo privado es el de quienes se obsesionan con acceder a los cargos públicos, con total olvido de los intereses generales. El caso lo están representando los dirigentes del PP. Éstos llevan meses pidiendo elecciones anticipadas y votando en contra de las medidas de ajuste que el Gobierno propone para que España salga de la crisis de acuerdo con los acuerdos tomados en la Unión Europea.

Los expertos señalan que un final anticipado de la legislatura perjudicaría a nuestra economía en un doble sentido: por la debilidad e inestabilidad que supondría, con un correlato inmediato de encarecimiento de la deuda pública, y por el retraso en la adopción de aquellas medidas de ajuste tan necesarias.

Pero los lampantes de cargos públicos, los que quieren llegar ya, a cualquier precio para España, son precisamente los que están negando su apoyo a las decisiones de ajuste que el Gobierno toma. ¿Es que son contrarios a los ajustes? No: lo que ocurre es que cualquier munición vale, hasta la contradictoria con sus ideas.

Este mal no es privativo del PP español. El partido conservador griego, integrado en la internacional popular, ha tenido que ser llamado al orden por sus correligionarios europeos, pidiéndoles que voten a favor las medidas propuestas por el Gobierno socialista griego, tendentes a refinanciar su deuda, para que los recursos que aún están por llegar tras el rescate, sean aportados tanto por la UE como por entidades financieras ya acreedoras de Grecia. Para más escarnio, la situación griega, derivada de ocultación y manipulación de datos macroeconómicos, es resultado del gobierno conservador de años atrás. A esa reunión de la internacional popular no asistió Mariano Rajoy, al parecer por estar constipado. Le vino de perlas su resfriado ya que la misma admonición que hacían a los griegos le hubiera sido hecha a él.

Si la ciudadanía llega a ser consciente de esta actitud tan contraria al interés de España, castigaría al PP en las próximas elecciones generales. O no, ya que se puede votar con el estómago y no con la cabeza. En ese caso, se da el voto a quien menos asco genera. Como harán los diputados de IU en el Parlamento de Extremadura dejando con su abstención que gobierne el PP. Según confesión de parte, no es que se haya acordado un programa de gobierno síntesis entre el del PP y el de IU (lo que ya sería de mucho arte), sino que se apela a las fobias y rencores por el trato recibido durante los gobiernos del PSOE.

En el PP hay mucho lampante: quieren llegar al poder aunque utilicen métodos contrarios al interés general. Al PSOE como partido le vendría bien un adelanto electoral ya que pasaría de él el cáliz de los ajustes duros. Pero España no se lo puede permitir.

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