Lavando rábanos en Los Cármenes

Actúan con crueldad increíble los que organizan encuentros invernales que terminan a las once o a las doce de la noche

Héroes. Deberían de tratarse como a héroes. Me refiero a esos miles de aficionados que van al campo dispuestos a sentir los rigores de un frío glaciar a cambio de una probable alegría anímica. Personas que son capaces de abandonar el cálido sofá y el brasero para sentarse en una grada de cemento a la intemperie cuando los termómetros se arrastran por el suelo. Creo que el mundo del fútbol en este caso está mal planteado: los clubes no deberían cobrar a sus seguidores que van a pasar frío, sino pagarles por ser parte de un decorado que ha ido al campo para animarles a meter la pelota en la portería del contrario. Al menos tener un detalle con ellos, no sé, se me ocurre darles un bocadillo de morcilla reventona (que tiene muchas calorías) o una taza de chocolate caliente. La otra noche estaba en una taberna viendo el Granada contra el Tenerife y de pronto las cámaras enfocaron a una señora bien pertrechada de ropa y en su rostro los signos más evidentes del frio. Pobrecilla. Estaba aterida. A su lado un señor tenía tapada la boca con una bufanda y gastaba un gorro de lana ceñido hasta las orejas. Su gesto, igualmente, evidenciaba los rigores de la helada. Por detrás, había uno que tenía una manta echada por los hombros y en su nariz creí ver un pequeño carámbano. Habían pasado ya las diez de la noche y los termómetros no tenían nada de positivo: uno o dos grados bajo cero. Hacía un frío glaciar. Ni lavando rábanos. Con Sierra Nevada al fondo enviando su gélido mensaje. Y, sin embargo, allí había casi 14.000 personas intentando animar a su equipo. Eso antes no pasaba. Los partidos eran todos a las cinco de la tarde. Pero ahora mandan las televisiones que son las que parten el bacalao en este mercantilizado mundo del fútbol en el que todos intentan ganar dinero, aunque sea a costa del sacrificio del aficionado. Por eso digo que es inhumano y actúan con una crueldad increíble aquellos que organizan esos encuentros invernales que terminan a las once o a las doce de la noche. En ese partido del que hablo la gente esperaba con ansia que el Granada marcase, no solo por la alegría que siempre da un gol de tu equipo, sino para poder abrazarse y quitarse por unos instantes los rigores del frío. No compensa. ¡Todos a la zona vip!

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