Pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

Letras para una crisis

LAS letras, signos indispensables para que el lenguaje gane con la escritura todo su potencial simbólico, con frecuencia se erigen ellas mismas en símbolos. El alfabeto pasa a ser más que un listado de signos. Cabe recordar el papel de la letra griega pi en matemáticas o, en otro ámbito, el de las letras alfa y omega para los primeros cristianos, que aludían con ellas al resucitado de su fe. De los contemporáneos podemos traer a colación el relato borgiano sobre el aleph, donde muestra la primera letra del alfabeto hebreo concitando todas las perspectivas sobre el universo. La nostalgia de una imposible visión de la totalidad no deja de tener raíces en un alma humana herida de finitud. En nuestra prosaica realidad encontramos el recurso a letras para mensajes que se condensan sobre su grafía. La crisis económica que nos abruma halla así diferentes maneras a las que se acogen los economistas para referirse a ella. Unos dijeron que la crisis era como una V: recuperación tras caída vertiginosa. Después aparecieron los que hablaban de una U: recuperación después de un periodo de estancamiento. Los que más han tenido presente la crisis de 1929 advierten del riesgo de un proceso con perfil de W si los asomos de recuperación resultan abortados por ajustes excesivos, perjudiciales para el crecimiento. Y otros ven la crisis como una L: estancamiento indefinido tras la recesión.

Desde el campo político también se acude a letras. La geografía española se ha visto sembrada de carteles del Plan E, el cual, con sus dos ediciones, se planteó como respuesta ágil, de corte keynesiano, a una crisis imprevista. El problema siguiente es conocido: déficit público y fuerte deuda que mercados especulativos no perdonan ni habiendo sido contraída en su beneficio. Cuando los ajustes del gobierno entran en acción aparecen en escena nuevas letras: al plan A de recortes a funcionarios, congelación de pensiones, freno a inversiones y reforma laboral, le va siguiendo el plan B de menos impuesto de sociedades, más privatizaciones y fin de ayudas a parados de larga duración. Despunta un posible plan C con centro en la reforma de las pensiones, incrementando la edad de jubilación. Con tal sucesión alfabética es lo menos que, ante sondeos y resultados como los de Cataluña, se acumulen temores en el PSOE respecto a lo que pase en un cercano día D de elecciones. Entre tanto, mientras académicos de la lengua daban vueltas a cómo llamar a la Y, gente con mala fe, desde torres de control aeroportuarias, dio un insolidario puntapié al caldero de esa sopa de letras. Habiendo saltado la alarma por peligro de achicharramiento colectivo, el gobierno actuó en consecuencia. Falta la letra que pueda simbolizar la credibilidad que la ciudadanía no percibe.

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