Corre en la sociedad cierta idea de que madurar es tirar a la basura (literal o metafóricamente) todo aquello que se asocia a la niñez, como si la persona adulta tuviese que ir siempre en traje, con un maletín en la mano y corriendo porque llega tarde a una reunión importantísima. Lo cierto es que se puede ser adulto y seguir disfrutando de los placeres de la infancia como las máquinas recreativas o, si no queda más remedio que deshacernos de ellas, siempre queda la opción de venderlas por Internet, que con la moda de lo vintage se pagan muy bien. Ojalá quien tiró esto a la basura lo hubiese sabido antes.