Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Malas noticias culturales

AHORA que en Málaga van a inaugurar un Museo Thyssen, en Granada se proponen desmantelar el Centro José Guerrero. Se trata de una extraña propuesta de la Diputación de Granada que resulta bastante difícil de entender. En vez del Centro vamos a tener una Gran Fundación de Arte Contemporáneo, con más fondos, instalaciones, recursos. Intentan vendérnosla como una buena noticia pero, en realidad, no lo es. Por diversos motivos: la decisión no se ha negociado con la familia del pintor, que está dispuesta a llevarse unos cuadros que son de su propiedad y que cedió gratuitamente a la Diputación sólo a condición de que estuvieran en el Centro Guerrero. Además, la nueva Fundación parece un organismo más político que cultural o artístico: nadie habla de los especialistas que van a gestionarla. Por último, que un museo prestigioso celebre sus diez años con el pronóstico de compartir sus instalaciones y diluirse, como uno más, entre los desconocidos proyectos de una macro-fundación, no puede ser una buena noticia.

Recuerdo ahora las exposiciones que en estos diez años ha llevado a cabo el Centro Guerrero. Por mencionar algunas de las más recientes, El color de la carne, aquella en la que ocho fotógrafas ofrecían su visión sobre la prostitución y la industria del sexo; o Lugares comunes, realizada en colaboración con el Festival Cines del Sur y dedicada al vídeo en América Latina; o la que ahora mismo puede verse en sus salas, La casa, la calle, la cocina, de la artista Marta Rosler. Cualquiera de las tres posee las señas de identidad que han convertido al Centro Guerrero en lugar de referencia imprescindible de la ciudad, la provincia, la comunidad, el país. Y es que el Centro Guerrero ofrece algo que en Granada no se encuentra muy fácilmente: arte contemporáneo de calidad.

Dicen los que saben, que hace años Málaga era como un pueblo de Granada. Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado bastante, aunque en esta ciudad tan acostumbrada a girar sobre sí misma parecen no darse cuenta. Miro hacia allí y siento envidia y no sólo por el mar: además del nuevo Thyssen, en Málaga tienen un Museo de Arte Contemporáneo; un Museo Picasso; el Centro de la Generación del 27 con revistas como El Maquinista de la Generación o Litoral. La cultura que se está haciendo en Málaga habla de sus calles pero sale de ellas; trasciende lo municipal, lo provincial, lo autonómico. Aquella ciudad parece pensar en la Cultura con mayúsculas; algo que en Granada parece haberse olvidado. Habrá que ver si estamos aún a tiempo de recordarlo.

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