Granada y Málaga han pasado a la fase 1 -Madrid ha quedado en la cero- de la 'desescalada' que el discriminatorio Gobierno Sánchez-Iglesias había retrasado el pasado lunes, con legítimas protestas de los representantes autonómicos y prácticamente ninguna de las 'autoridades enanas' -Ganivet dixit- locales y hasta injustas acusaciones al 'incivismo' ciudadano que no hizo posible cumplir con las normas gubernamentales, cuando, salvo excepciones, los ciudadanos, en su inmensa mayoría, hemos respetado a rajatabla el largo confinamiento que ha sido, en realidad, un arresto domiciliario, en ese referido 'ensayo de dictadura' que ya veremos si sirve para modificar futuras legislaciones democráticas. Todos hemos aceptado esa vulneración de nuestros derechos fundamentales, con el fin de 'salvar vidas' y, más egoístamente, para no incrementar personalmente la cifra de más de 27.000 muertos que, cariacontecidos, nos comunican diariamente el doctor Simón y el ministro de Sanidad, convertidos, a su pesar, en los enterradores virtuales del reino. Al menos ellos nos daban cifras, mientras Sánchez, en sus prolongadas comparecencias televisivas se limitaba a hacer propaganda de su nefasta gestión, que nos hacía cambiar esos infumables diarios hablados por alguna película del Oeste o de dibujos animados.

Por cierto, desde el comienzo de la histórica crisis, que tanto dolor y muertes está causando, Sánchez se ha amparado en informes de 'científicos' en la sombra para tomar decisiones discriminatorias. Todos, a derecha e izquierda -salvo, naturalmente los socios de gobierno- han pedido transparencia y que se conozcan los nombres y currículo de esos misteriosos consejeros que se suponen eminencias en sanidad, ciencia, economía, cuando tan importantes son en las decisiones políticas. Pero, hasta ahora, permanecen en la más tenebrosa sombra. Ignoramos si esos asesores le recomendaron estimular aquellas gigantescas concentraciones feministas, políticas, deportivas, sociales, días antes de decretar el estado de alarma, cuando se conocían los peligros del Covid-19, vividos en China o la cercana Italia. Y si esa fundamental distancia personal para evitar contagios, exigida hoy y hasta penada con multas diversas, hubiese sido necesaria en aquellos aluviones de besos, abrazos, apretujamientos que se prodigaron pocos días antes del confinamiento colectivo.

Esperamos que en verano nos aclare Sánchez si van a poder irse de vacaciones o a las rebajas comerciales, los que todavía no estén en la miseria. Y a los turistas si tendrán que permanecer catorce días en cuarentena en su hotel, con la única opción de ir a la farmacia o a la funeraria. Su comité de expertos tiene la palabra.