bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

Moro bueno, moro malo

MORO bueno, moro malo? Eso depende de las circunstancias. Para Aznar, los moros son el enemigo desde el 711, año en el que Tariq, con la ayuda del conde traidor don Julián, conquistó la Península y acabó con el reino visigodo de España. Y además, por lo que tiene declarado el ex presidente, está todavía a la espera de que "algún musulmán le pida perdón por ocupar España durante ocho siglos". Su resquemor es parecido al que se desprende de este romance medieval: "Madre España, ¡ay de ti!, / [...] por un perverso traidor -- toda eres abrasada, / todas tus ricas ciudades -- con su gente tan galana / las domeñan hoy los moros --por nuestra culpa malvada, / si no fueran las Asturias, -- por ser la tierra tan brava". Quizá el abuelo y el padre de Aznar, altos funcionarios ambos del régimen de Franco, no informaron al chico de que no pocos moros hicieron algo más que pedir perdón: ayudaron al general rebelde a reconquistar no sólo Al-Ándalus, sino hasta la tierra tan brava de Asturias.

En 1938, para los sediciosos, los moros eran buenos. El diplomático falangista Agustín de Foxá publica en el diario Patria de Granada, el 17-VII-1938, un Romance de Abdelazís, en el que aparecen las primeras muestras de lo que años después se llamaría la "Alianza de Civilizaciones". En el poema, Foxá, consciente de que muchos de los mercenarios marroquíes -"la flor morena de África", les llama- que atraviesan el Estrecho se preguntarían qué se les había perdido a ellos en la contienda española, los engatusa con la visión poética, desde los aviones que los transportan a una muerte más que probable, del "jardín del profeta", de Al-Ándalus: de las huertas regaladas de Granada, de Córdoba, entre naranjas, de Sevilla, "jazmín y remo, en el agua". El poema rezuma "maurofilia", amor al moro, ahora, aliado imprescindible en la sangrienta aventura del general traidor, del moderno don Julián. Llegados a este punto, el lector tiene derecho a conocer el final del romance: "Si mueres, Abdelazís, / sobre los surcos de España, / no el Zoco Chico de Tánger / celebrará tus hazañas, ni el domador de serpientes / cantará sólo tu fama. / Los poetas de Castilla / te dirán en lengua brava: / 'También tienes tu lucero, / español de piel tostada." Como diplomático, acostumbrado a tramitar expedientes de nacionalidad, Foxá no duda en concedérsela a Abdelazís y, habituado como falangista a triscar por las galaxias, le regala además uno de los luceros del Cara al sol. No Alianza de Civilizaciones se llama esto. Mejor, fusión de razas, de pueblos, de culturas, de compinches.

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