Nombre y apellidos

La organización social está cargada de ideología pero encierra también la necesidad de una praxis eficaz

Ante las novedades, especialmente las reivindicativas, siempre es aconsejable ser precavidos pues no toda progresía, es en verdad la mejora de una situación social enfermiza. En esto de inventar está sin duda el futuro de la existencia pero también puede ocurrir que el festín del hallazgo sea más un espectáculo que un paso sólido de éxito. En el juego de declararnos modernos podemos acabar al estilo cervantino de ¿pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?, ¿pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro? Y todo sea lo de que si pensarán vuestras mercedes que es fácil ser moderno.

Los sistemas lingüísticos para determinar la estructura del nombre que identifica a cada ser humano han estado determinados por la concepción previa de las formas sociales de parentesco como el abogado Morgan, Lewis Henry Morgan, enseñó en su momento. Es la respuesta coherente al rústico ¿y este de quién es? Dentro de unos márgenes cerrados y convenidos, varias son las fórmulas que la civilización ha creado para identificar el sitio que cada sujeto tiene en el grupo en que ha nacido o al que se incorpora después. Pero todas y cada una, desde, por ejemplo, el cognomen de los romanos hasta el ibn o ben (hijo de) de las culturas semíticas, han utilizado sistemas de clasificación social, de acuerdo a las mentalidades que preconizaban esas jerarquías y los lazos endogámicos que formaban las redes tribales o familiares. Y todas han sido y son muy estrictas por lo mucho que está en juego. La organización social está cargada de ideología pero encierra también la necesidad de una praxis eficaz.

En nuestro caso, a nadie se le ocultan las razones del sistema que utilizamos. Como tampoco las de las otras democracias de siglos y que de momento no parece se planteen modificar. Mas si aquí queremos dar al mundo una lección de modernidad y defensa de derechos, pues decrétese que se modifique el orden de apellidos y pase a ocupar el primer lugar el materno (lo que, además, será coherente con las nuevas formas de familia). Pero eso de que cada uno coloque la referencia de parentesco familiar como le parezca, al arbitrio de presiones o prevalencias de pareja y afines, supone una grave desorganización social que rompe toda vertebración colectiva. Y que, entre otros, lamentarán los historiadores y demás estudiosos en el futuro. Cuando menos, muy lastimoso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios