"Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. El sentido común era la peor herejía". (1984, George Orwell)

SI todos aceptaban la mentira impuesta por el Partido -si todos los archivos contaban la misma mentira-, la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad. Quien controla el pasado -decía la consigna del Partido- controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado… Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias sobre tu propia memoria". "Día a día, y casi minuto a minuto, se iba actualizando el pasado. De ese modo podía demostrarse con pruebas documentales que todas las predicciones hechas por el Partido habían sido correctas; no se permitía que ninguna noticia, ni expresión de opinión en conflicto con las necesidades del momento pasara a los archivos. La historia era un palimpsesto, borrado y reescrito tantas veces como fuese necesario". "Las estadísticas eran tan fantasiosas antes como después de ser rectificadas. Muchas veces se suponía que tenías que inventarlas tú mismo. Por ejemplo, la previsión del Ministerio de la Abundancia había calculado la producción de botas para el cuatrimestre en 145 millones de pares. La verdadera producción era de 62 millones. Winston, no obstante, al reescribir la predicción la había rebajado a 57 millones para permitir la habitual afirmación de que la cuota había superado las previsiones".

"Toda su agresividad se volcaba hacia fuera, contra los enemigos del Estado, contra los extranjeros, contra los traidores, los saboteadores y los criminales mentales... Adoptar una expresión inapropiada (un gesto de incredulidad cuando se anunciaba una victoria, por ejemplo) era ya un delito punible. Incluso había un término en la nueva lengua para definirlo: crimen facial".

"No deberíamos habernos fiado de ellos. Te lo dije, Ma, ¿lo recuerdas? Eso nos pasa por fiarnos de ellos. Te lo había dicho. No deberíamos habernos fiado de esos cabrones. Pero Winston no recordaba quiénes eran esos cabrones de los que no deberían haberse fiado".

"Curiosamente, las campanadas parecieron infundirle nuevos ánimos. Era un fantasma solitario pronunciando una verdad que nadie oiría. Pero, mientras la pronunciara, la continuidad no se interrumpiría. El legado de la humanidad se transmitía no haciéndose oír, sino conservando la cordura. Volvió a la mesa, mojó la pluma en el tintero y escribió: Al futuro o al pasado, a un tiempo en el que el pensamiento sea libre, en el que los hombres sean diferentes unos de otros y no vivan solos… a un tiempo en que la verdad exista y lo que se haga no se pueda deshacer. Desde la época de la uniformidad, desde la época de la soledad, desde la época del Hermano Mayor, desde la época del doublethink… ¡saludos!".

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