Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

'Panem et circenses'

Mientras se ataca a Amancio Ortega por donar equipos contra el cáncer se jalea a los deportistas defraudadores

Cayo Apuleyo Diocles fue el auriga más renombrado del Imperio. Compitió durante un cuarto de siglo y amasó una inmensa fortuna. Fue tal su fama que sus admiradores le dedicaron, como si se tratara de un semidiós, una estela en el Circo de Nerón. El auriga era el favorito de las masas, el amante soñado, el modelo a quien envidiar y en quien convertirse. El héroe de aquellas muchedumbres enloquecidas cuyo objetivo vital se resumía en dos palabras, panem et circenses. Llegó a ser tal su poder sobre la plebe que en 355, la detención de Filoromo fue causa de gravísimos disturbios en Roma. Y un siglo después, y para frenar la agitación y violencia provocadas por los aficionados a las carreras de cuadrigas, el emperador Mayoriano publicó un edicto, lamentablemente perdido, cuyo sólo título es bien elocuente: De aurigis et seditiosis.

Pero de eso hace siglos. Después vinieron el Renacimiento, la Ilustración, la igualdad ante la ley, la Revolución Industrial, la enseñanza obligatoria, la inteligencia artificial y… seguimos perdiendo la cabeza por los ídolos deportivos. Se les permite todo y no se les puede incomodar, ni siquiera, por causa o razón de justicia. Porque el ídolo de las masas no delinque aunque su delito sea público y flagrante. Y si lo hiciera, la culpa sería de los demás porque nos hace felices con un balón en los pies. Y no se le debe exigir más. Y es indignante que se le pueda aplicar el viejo principio jurídico según el cual, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Lo hemos visto con Cristiano Ronaldo firmando autógrafos a la salida del juzgado tras declararse culpable de varios delitos fiscales; con Messi, que eludía la responsabilidad mirando a su papá y con otro buen puñado de deportistas de élite que han pasado de los álbumes de cromos a los banquillos de las salas de vistas, sin despeinarse y saliendo incólumes de ambos. Son los niños mimados de esta España en la que se ataca a un empresario como Amancio Ortega por donar millones de euros a Cáritas o dotar de equipos para la detección del cáncer a la sanidad pública, mientras se jalea a defraudadores fiscales convictos y confesos, simplemente porque le dan, como nadie, patadas a un balón. Y el día en el que asumes en qué sociedad vives y cómo el poder contenta a la plebe siendo condescendiente con sus ídolos, entiendes el porqué de tantas cosas. Y ya decides si reír, llorar o esperar tiempos mejores.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios