El Parque de las Ciencias, camino del páramo

Ahora es un proyecto al que hay que vigilar de cerca porque se están dando situaciones próximas al caos

Mi padre, además de funerario y tratante de casas, fue un criador de canarios muy reconocido en la provincia de Jaén. Compró una casa que adaptó para soltar allí a más de 500 ejemplares que cuidaba con mimo y paciencia. A los que más cantaba los cogía y los encerraba en jaulas para luego venderlos. A éstos les ponía nombres de papas: Pio V, Pio VI, Pío VII… Decía que no había mejor nombre para un pájaro que llamarse Pío. Cuando cumplí 18 años y me saqué el carnet de conducir, lo llevé a Lucena, donde había un proveedor de jaulas para canarios que él conocía. Estábamos viendo las jaulas en el muestrario que tenía la fábrica, cuando de pronto se paró ante una que parecía un palacio, una auténtica mezquita con sus minaretes, barrotes dorados y columpios de bambú. "Esta para Pío VI", dijo. Pío VI era el canario que mejor cantaba a su parecer y creía que se merecía la mejor mansión. Cuando vi el precio de la jaula le expuse tímidamente mi opinión sobre lo que creía un despilfarro económico para un simple pájaro. "A los animales que te alegran la vida hay que tratarlos bien", me dijo.

Me he acordado de la anécdota de mi padre cuando he visto que en el Parque de las Ciencias quieren desprenderse de quince trabajadores de empresas externas, entre los que están los biólogos y el personal que se encargaba del cuidado y mantenimiento de las mariposas y de las aves rapaces. Según dice la prensa, a esos animales antes se les dedicaba 244 horas semanas y ahora no pasan de 19. Yo he visto personalmente a niños quedarse extasiados en el mariposario oyendo las explicaciones de cómo un triste y repulsivo gusano se puede convertir en una bonita mariposa. Y oyendo las habilidades cazadoras de las rapaces. Estas instalaciones que han hecho felices a muchos visitantes al museo se han cerrado -se dice que provisionalmente- y ahora en vez de alegría hay desolación y rabia. Me acuerdo de aquel abrazo que le dimos al Parque de las Ciencias de Granada, que era todo un referente en este tipo de instalaciones y ahora es un proyecto al que hay que vigilar de cerca porque se están dando situaciones próximas al caos. Eso tiene la Junta de Andalucía, que no es capaz de gestionar algo sin el riesgo de convertir una buena iniciativa en un páramo. Y aquí se impone el juego de palabras.

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