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Perdamos el Mundial

Ahora toca gritar los goles mientras se nos llena la boca en defensa de las mujeres y otros colectivos

Cuando España ganó su primera Eurocopa en 1964, con un gol en blanco y negro del NODO que luego supimos que las imágenes se habían trucado para poder completar toda la jugada, aquel triunfo fue celebrado como una victoria sobre los comunistas de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Para el régimen que organizó aquellas semifinales y final fue un éxito diplomático, una salida al exterior, y una celebración de los 25 años de paz, entiéndase de la derrota de la Segunda República en la Guerra Civil. Valga este recuerdo para explicar que España ya había ganado un título futbolero, el único que podíamos exhibir cada vez que nos tocaba jugar otro campeonato, hasta que llegó el tiqui-taca y volvimos a ganar. Ganamos el Mundial de 2010, el primer Mundial que se jugaba en el continente africano, aquello de Sudáfrica y el gol de Iniesta, aquello que todos los medios deportivos añoran y quieren repetir. Aquel Mundial de Sudáfrica dicen que sirvió para mostrar al mundo como este país había superado su pasado de segregación racial. Yo que soy muy futbolero me alegre muchísimo de aquel triunfo, digamos que quién no. Luego llegó el Mundial de Brasil, que dicen podía servir para mostrar como un presidente de izquierdas había modernizado al gigante de Sudamérica. Yo que soy partidario del fútbol europeo disfruté muy mucho con aquellos goles de Alemania en la semifinal ante Brasil, lástima de los niños brasileiros, como lloraban. España hizo el ridículo, no llegamos ni a cuartos.

Obviemos el papel de nuestra selección en Rusia, parte de aquella URSS. Aquel Mundial se vendió a Putin, no sé si por petróleo o por gas, el caso es que Rusia se anexionó Crimea en la primavera de 2014 y el Mundial se jugó en 2018 y nada pasó. Y ahora tenemos un Mundial en Qatar, concedido o vendido a sus gobernantes hace años. Un Mundial para el que se han realizado obras en condiciones muy dudosas para sus obreros, un Mundial que se planificó para el verano y que se juega en invierno, parece que no pensaron lo del calor. Un Mundial que huele a corrupción de todos los políticos, dirigentes del futbol y medios de comunicación que lo concedieron y vocean. Ahora toca seguir haciendo la vista gorda y gritar los goles mientras aquí se nos llena la boca en defensa de las mujeres y de otros colectivos, pero a los poderosos caballeros del petróleo de aquellas tierras no les hacemos ni un feo, vayamos a que nos corten el grifo. Vale.

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