La ciudad y los días

Carlos Colón

Política de tierra quemada

SI Felipe González llegó a la presidencia pasando sobre el cadáver político de Suárez, Aznar sobre el de González y Zapatero sobre el de Aznar, ¿por qué escandalizarse por el bajo tono de nuestra ínfima vida política? En treinta años de democracia los partidos han aprendido que las elecciones se ganan, no construyendo un proyecto, sino destruyendo al oponente. Y los ciudadanos se han acostumbrado a votar por burriciega fidelidad partidista o estabulación en los amplios aparatos de empleo directo o indirecto que dependen de los partidos; ignorando como mentira, propaganda o hasta conspiración cuanto de malo se diga, publique, denuncie y hasta juzgue y condene con sentencia firme del partido al que vote o pertenezca.

Esta fidelidad de ceguera o establo obliga a herir de muerte a golpe de escándalo al Gobierno, sin importar que se tambaleen los cimientos del Estado y de sus más altas instituciones, para que se produzca un relevo que, dada nuestra tendencia bipartidista, casi siempre depende de una diferencia relativamente ajustada de votos. La historia nos lo dice: en 1979 UCD obtuvo 6.268.593 votos y el PSOE 5.469.813; en 1982 el PSOE 10.127.392 y la desmembrada derecha 5.548.107 (AP-PDP) y 1.425.093 (UCD); en 1986 el PSOE 8.901.718 y la derecha aún dividida 5.247.677 (PP) y 1.861.912 (CDS); en 1989 el PSOE 8.115.568 y el PP 5.285.972; en 1993 el PSOE 9.150.083 y el PP 8.201.463; en 1996 el PP 9.716.006 y el PSOE 9.425.678; en 2000 el PP 10.321.178 y el PSOE 7.918.752; en 2004 el PSOE 11.026.163 y el PP 9.763.144; en 2008 el PSOE 11.288.698 y el PP 10.277.809.

Para que se produzcan relevos son necesarios escándalos gravísimos (1996) o situaciones trágicamente excepcionales (2004). Y para que se dé un vuelco como el de 1982 -el PSOE dobló su resultado anterior- es necesaria la desintegración de un partido (UCD perdió 4.843.500 votos), el surgimiento de un nuevo partido de derechas aún titubeante (AP) y el hundimiento del partido situado a la izquierda del PSOE (el PCE perdió 1.111.972 votos). Todo ello en el marco de una participación histórica -casi un 80%- aún no superada; provocada por la atroz escalada de ETA (que en 1980 alcanzó su siniestro récord de asesinatos: 93), el trauma del 23-F (1981) y la agonía de UCD.

Así que, ¿de qué se duelen los populares al verse asediados por escándalos y sumarios filtrados a medios progubernamentales? ¿Y de qué se duele el alcalde de Sevilla, que ayer achacaba a "un embrollo del PP" el caso que le llevó a comparecer? El deporte nacional político es la destrucción del adversario. Caiga quien caiga. O lo que caiga.

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