Las empinadas cuestas

amparo / rubiales

La RAE y el lenguaje

HACE años, con motivo de otra publicación sobre el Diccionario, escribí un artículo con este mismo título; lo critiqué, desde mi ignorancia en esta materia, ante la resistencia a aceptar determinadas definiciones o palabras, pese a la previa declaración de "modernidad" de la que partían.

Pasados los años, con bombo y platillo, se ha publicado la 23ª edición del Diccionario de la lengua española (DRAE), en todos los países hispanohablantes, después de una profunda revisión que ha durado trece años, en la que han trabajado muchísimas personas de todos los países concernidos. Se han incorporado algunas voces americanas: amigovio, fusión de amigo y novio, y se han admitido otras muchas no contempladas de diferente procedencia: burka, yihad, gorrillas, red social, wifi, intranet, coach, mileurista, tuit, tuiter, botellón, y muchas más.

Sin embargo, sigue recogiendo definiciones xenófobas y sexistas, manteniendo estereotipos sin uso. Seguir definiendo "mujer pública" como sinónimo de prostituta no es ya habitual y menos mantener la de "hombre público" como el que tiene presencia e influjo en la vida social. Es verdad que, al fin, no se define "femenino" como débil o endeble, pero se mantiene "sexo débil" para definir al "conjunto de las mujeres". Se incorpora la palabra "feminicidio", o "género", como "conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes" que escandalizó cuando se uso para definir la componente cultural que se incorpora al sexo.

El Diccionario, dicen los académicos (ellas son pocas), debe ser neutral, pero no lo es. Matrón, por ejemplo, ha tenido un rápido reconocimiento, porque afectaba a varones, jueza, ahora también, pero no coronela ni capitana. A la alcaldesa la siguen definiendo como "mujer del alcalde" o "mujer que ejerce el cargo de alcalde". ¿No es sexismo?

Lo peor ha sido lo de la palabra gitano como "trapacero", que ha dado lugar a manifestaciones del pueblo gitano, especialmente de sus mujeres, pidiendo que, si ya no se puede suprimir, al menos, se diga que es un término con "connotaciones prejuiciosas". El secretario de la Academia ha respondido que "se incorporara una fórmula que permita aclarar que algunas acepciones son despectivas y ofenden a algún colectivo". A las mujeres, la mitad de la humanidad, nos ofenden muchas, ¿cuantos años más tendremos que esperar que se reconozca?

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