la esquina

José Aguilar

Rafa Nadal, el manacorí

CON el fallo del jurado -fallo en todos los sentidos- que ha concedido a San Sebastián la Capitalidad Cultural de Europa 2016 se ha querido expresamente premiar sus esfuerzos por la paz. Se ha obviado así que en Córdoba, Zaragoza o Burgos, que le disputaban el título, existe desde hace mucho tiempo una cultura de la paz y la democracia bastante asentada, mientras que en Donosti todavía pervive una cultura de la violencia: una parte de la sociedad donostiarra aplaude la violencia y ha votado, repetidas veces, listas electorales con candidatos que han cometido asesinatos, los han jaleado, encubierto o consentido. Falta mucho para la paz.

No sé si el jurado ha sido consciente de que cuando el alcalde de San Sebastián, de Bildu, pasee por el continente su cultura ancestral, excluyente y nada cosmopolita lo que va a presentar es, irremediablemente, su visión del proceso de paz como producto de la negociación entre las dos partes enfrentadas (el Estado democrático y ETA), que han de hacer concesiones mutuas para que todos salgamos ganando y las víctimas sean reparadas y los verdugos salgan de la cárcel. Son exactamente sus palabras de estos días, no ha lugar a la sorpresa. De este modo se abre la vía para que el bando del nacionalismo violento continúe ganando la batalla de las palabras, instrumento que hace de introito para ganar la batalla de las ideas.

En esa batalla vamos perdiendo por goleada porque su avance avasallador no viene sólo de la mano del mundo proetarra, sino que también procede del nacionalismo democrático y ha infectado la vida política y la comunicación de masas. Ya no nos extraña cuando Rafa Nadal se enfrenta -generalmente, para derrotarle- a Roger Federer escuchar en las televisiones nacionales que éste es sistemáticamente el suizo o el helvético mientras que nuestro campeón es, también sistemáticamente, el manacorí o el de Manacor. Nunca dicen de qué cantón es Federer y siempre dicen que Nadal es manacorí. Ni por casualidad el manacorí resulta ser el español.

Ahora Santiago González me trae otro ejemplo. Gana la selección española de fútbol el Campeonato de Europa sub 21 y el periódico del nacionalismo vasco (PNV) se las apaña para retratar a dos jugadores del Bilbao arropados por la ikurriña y la bandera de Nafarroa (Navarra) sin hacer mención alguna a que quien ganó fue la selección de España, cuya bandera es agitada al fondo de la imagen por los espectadores, y que los dos futbolistas citados también llevan sus colores en calzones, mangas y hombros. En una pieza de apoyo se habla seis veces de Suiza, el equipo derrotado, y ni una sola de España. Sólo importa destacar a los tres vascos que jugaban con España.

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