Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Ni Ramón ni Cajal

El radicalismo igualitario y feminista le ha llegado a los Premios Nacionales de Ciencia

El pensamiento oficial está obsesionado por juzgar la historia con criterios, no ya actuales, sino propios. Y muchas veces, meramente caprichosos. Hace tiempo, estuvo de moda desmitificar a los grandes hombres. Ninguno fue, al parecer, tan meritorio como creíamos. A todos se les buscaron defectos de carácter, taras psicológicas o intereses oscuros, influyeran o no en su obra. No hace tanto, asistimos a una carrera por exaltar las virtudes -ciertas o no- de las mujeres que les acompañaron, llegando al esperpento de atribuir a esposas, amantes, amigas, confidentes o meras colaboradoras el mérito de aquellos. Basta revisar alguna película de los últimos años, como las dedicadas a Churchill o Hitchcock, para asombrarse de como esos monigotes -así se les presenta- pudieron llevar a cabo sus reconocidas obras. Hasta recuerdo una delirante fabulación - "Copiando a Beethoven"- en la que una joven alumna, fruto exclusivo de la imaginación de la autora, acaba siendo el alma de la inmortal novena sinfonía. Hemos dado una vuelta de tuerca más y ya no basta con derribar a los varones ilustres de sus pedestales, ni de atribuir sus méritos a las mujeres que los acompañaron. Hay que obviar sus atribuciones a la Humanidad por el mero hecho de ser hombres.

Junto a ese feminismo radical, para el que parece que hay que borrar la historia porque fue como fue, se ha extendido un radicalismo igualitario que abomina de la excelencia. Pretende igualarnos a todos por abajo, evitar que nadie sobresalga, sea por sus aptitudes, actitudes, conocimientos o genio innato. Destacar es anatema. Hay que cortar las alas de la ambición y el interés personal por mejorar. He leído que habían organizado un torneo de fútbol infantil en Sagunto sin clasificación ni finales para -atención- "evitar someter a los pequeños y las pequeñas a una presión excesiva". Con esa ambición, está claro que no vamos a llegar muy lejos como país, ni como sociedad.

Y ahora, el radicalismo igualitario y feminista le ha llegado a los Premios Nacionales de Ciencia. Ramón y Cajal, Menéndez Pidal, el doctor Marañón o Juan de la Cierva, entre otros ilustres sabios, pecaron de nacer hombres y tuvieron, además, la desfachatez de esforzarse, estudiar, investigar y sobresalir respecto a sus conciudadanos. Desde luego, si don Santiago hubiera buscado las neuronas en las cabecitas de esta pandilla de mediocres resentidos, no habría ganado el Nobel.

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