Que el fin del mundo te pille bailando. O riendo. Hay algo que las redes sociales han cambiado por y para siempre, que es asistir no sólo a las cosas en directo, si no a poder comentarlas y expresar nuestros propios sentimientos al momento (esto, en la versión reducida de lo que suponen las redes, que luego hay bazofia para dar y regalar también). El miércoles por la noche todo el planeta asistió atónito al que pudo ser el mayor golpe a la historia de la democracia moderna. Exaltados y golpistas aduladores del presidente saliente Donald Trump asaltaron el edificio del Capitolio, el corazón de la soberanía de los Estados Unidos, la siempre llamada mayor democracia del mundo (sic), y lo que hace años hubiera visto todo el mundo con el corazón en el puño, gracias a las redes se le podía quitar algo de hierro. Las comparaciones de los asaltantes con una agrupación de carnaval, cuentas parodia de Angela Merkel haciendo chistes, fotomontajes con mala baba pero mucha retranca... Hasta el coronavirus tiene una cuenta fake. Es fácil entender por qué en los velatorios se ríe tanto como se llora.

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