Atodos escandaliza lo pagado por Ronaldo. Pronto culparán al Gobierno, de "permitir" estas cosas. Lo de Ronaldo es de escándalo, pero hay explicaciones de todo tipo. Las más sólidas son las que aluden a la cuenta de resultados: si el precio pagado se supera con las ventas que hace el Madrid, el desembolso tiene toda la lógica empresarial.

Otra cosa son las comparaciones con cifras, siempre insuficientes, dedicadas a la cultura, a la ciencia o a los servicios sociales. Hacen ver el desorden moral que hallamos en todo esto.

Todos son culpables de esta cuestión. Las ventas del Madrid van a ser enormes porque hay consumidores, en masa, que acuden a comprar los productos derivados del futbolista: abonos y entradas; camisetas, gorras; objetos anunciados por el deportista; periódicos deportivos, etc.

Las televisiones engordan el fenómeno con un seguimiento excesivo de los acontecimientos futbolísticos. El triplete barcelonés ha consumido muchos minutos de programas informativos. De La Roja todas las cadenas han informado del "importante" acontecimiento de su visita a una reserva africana. La prensa y TV rosas nos llenan de datos sobre las andanzas privadas de estas figuras.

Sorprende que ciudadanos mileuristas o incluso en paro sigan con auténtico sentimiento las vicisitudes profesionales de quienes en un día ganan lo que ellos no obtienen en un año. Asombra que contribuyan activamente a mantener la coherencia de estos fichajes millonarios.

Se dirá que el fútbol cumple una función de evasión respecto de las tribulaciones vitales del gran público. Pero en esta grey no sólo hay personas sin cultura. Hay profesionales, gentes cultivadas y hasta intelectuales. Se habla de ser algo más que un club para significar el hecho sociológico de los sentimientos colectivos puestos en los clubes, que no pertenecen a nadie sino a su hinchada pasada, presente y futura. Es frecuente que comunicadores y políticos de prestigio y carisma hagan gala de su adhesión sin matices a un club. Ayudan mucho a esta absurda adhesión sentimental al negocio de otros.

Al menos los intelectuales podrían proponer vías de ocio, de evasión del ánimo, diferentes. Aunque fuera la práctica, no la visión pasiva, del deporte.

No se quiere pensar. Sigue siendo eficaz el pan y circo para distraer a los pueblos de sus verdaderos intereses. Los que viven del negocio podrían distinguir entre lo ético y lo falto de moral. Los aficionados cultos no deberían contribuir a esto con su acompañamiento acrítico a las masas. Éstas no tienen capacidad para rechazar ser cómplices de lo que a todos escandaliza.

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