Cataluña ha vuelto a la palestra informativa con la sentencia del procés. Y no. No vamos a utilizar este lapidario para opinar sobre si es justo o injusto ni entraremos a valorar los grises. Para eso ya están todos los medios analizando las condenas y miles de expertos hablando del tema. Lo que veníamos a decir, y no es nada nuevo ni original, es que mientras en Cataluña hace años se paralizó la política -algo que también ocurre en el conjunto de España- los de siempre son los que siguen funcionando. Las personas que salen cada día a ganarse el pan o a buscarlo. Tantos y tantos anónimos, gente de a pie que le gusta llamar a los periodistas, un gremio que aunque tiene mucho 'artista' que se cree más son también gente de a pie mal que les pese. Y en cuestiones como la de Cataluña, que es tremendamente importante, acabamos siempre olvidando a los mismos. A los de a pie. Al resto de personas (la inmensa mayoría) que salen del marco de la televisión, que por lo general pagan religiosamente sus impuestos, que hacen lo que pueden y que son a las que realmente les afecta la tensión política y las decisiones de arriba. Siempre pagan los mismos, los que están fuera de los parlamentos trabajando de verdad.

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