Desde lo jondo

Juan Pinilla

Stop desahucios granada

EL primer día que asistí a la reunión de esta plataforma en Granada una chica preguntó mi nombre y pidió amablemente que no sacase fotografías ni publicase información. Enseguida entendí que muchos de los compañeros allí citados tienen serios problemas con el yugo que desde el poder se les ha lanzado: multas, arrestos, identificaciones…

La plataforma, que nace sobre las faldas de los indignados del 15 M, se hace con todo el candor de un pueblo sin aliento, de hombres y mujeres con rostros desgarrados, que cuentan cabizbajos sus problemas, que enumeran una y otra vez los mismos asuntos que les asfixian, las mismas trampas, las mismas hipotecas, los mismos hijos a los que no puede llevar a fin de mes. Cada uno de ellos tiene en su interior reproducido el agujero negro que en el espacio dicen los científicos que se come toda la materia y en sus estómagos les consume la misma vida. Albañiles, peluqueros, fontaneros, electricistas, autónomos, jóvenes, inmigrantes, distintas caras abofeteadas por un sistema que premia a los poderosos y hunde a los más débiles.

Stop Desahucios funciona, y no sólo por su efectividad, sino porque sus integrantes regalan, como diría Bertolt Bretcht el ejemplo de "su propia vida", y dejan siempre una puerta abierta para quienes ya no existían más puertas a las que llamar. Se organizan, se distribuyen la tarea, ofrecen calor, comprensión, miran a los ojos de los afectados y luchan hasta el límite contra los banqueros que los desahucian.

Es posible que aún falte tiempo para que alguna chispa encienda la epidemia de lucidez que necesita nuestra sociedad y la historia se recomponga en favor de la mayoría. Es posible, digo, pero hasta que llegue, hasta que amanezca el día en que todo lo que está ocurriendo con los derechos más básicos de los seres humanos se considere un horror y estas plataformas a las que el poder pretende criminalizar hoy, sean vistas como ejemplos de humanización de los conflictos en el futuro, los activistas deberán resistir como una veleta golpeada por los vientos, a izquierda y a derecha, plantando cara a un sistema injusto con la legitimidad que les otorga luchar contra el sufrimiento de una mayoría oprimida, luchar por el derecho más básico que puede existir: la dignidad de los seres humanos.

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