...Y el TC mandó parar

La deriva legisladora del Parlamento y el ataque a instituciones esenciales son peligrosas e impresentables

Se le veía muy contento la otra mañana en la estación, repartiendo sonrisas con su bufanda y el abrigo, pasando con desparpajo por delante del Rey con villano desprecio de las más elementales normas de protocolo. Idéntica chulería con la que pretendía controlar a su antojo, y el de sus socios, el Estado y sus instituciones, colándose hasta la cocina para poner patas abajo en un plis plás los cimientos mismos del poder judicial, incluyendo la decantación del Tribunal Constitucional hacia una posición más favorable para sus intereses.

No contaba, sin embargo, que donde las dan las toman. "Vete a robar a la cárcel", parecen decirle a voces desde la bancada de la derecha con indisimulada satisfacción, como el que gana el partido en el último minuto y de penalti. Porque, todo hay que decirlo, el Partido Popular juega aquí con ventaja, y bien que la ha utilizado. Esa ventaja que, contra viento y marea, viene sosteniendo por el discutible camino de hacer demorar más de lo que dicta la norma y el sentido común la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Mucho se critica cierta pusilanimidad y el poco colmillo del PP en comparación con otros, pero hay que reconocerle que en esta ocasión ha estado rápido, y sobre todo, certero.

No le ha temblado el pulso al TC, o mejor dicho, a la parte conservadora del TC, para parar por la tremenda, por vía de una inusual estimación de medidas cautelarísimas, la reforma express que planteaba el Gobierno. Pero lo ha hecho con un argumento que admite poca discusión: si no lo hacía, el recurso de la minoría parlamentaria perdería en la práctica su finalidad. Entre otras cosas porque lo que, en primer término, pretenden Sánchez y sus socios es que ese mismo recurso sea resuelto por un tribunal con otros nombres y presidido por otro magistrado. Pocas veces hemos presenciado una versión más sutil y sofisticada del "quien hace la ley, hace la trampa".

Si me preguntan a mí diré, no exactamente que me ha gustado, pero sí, desde luego, que me ha alegrado enormemente esta peleada decisión del TC. Se mire como se mire, la deriva legisladora del Parlamento y el ataque inusitado a instituciones esenciales del Estado, con amenazas incluidas, por parte del Gobierno de coalición y su entorno son, además de peligrosas, sencillamente impresentables. Y ante tamaña gravedad, al final lo importante es el resultado, aunque sea metiendo el gol con la mano.

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