El Titanic de la energía

Basta hablar con cualquier persona relacionada con la distribución para reparar en la magnitud del problema

La mejora exponencial en los que respecta a los indicadores del Covid han disparado el optimismo del personal, que ve ya, por fin, de cerca la playa de la normalidad. Y así, de un tiempo a esta parte, bullen nuestras calles de un tránsito alegre y despreocupado animado por la vuelta a lo grande del turismo. Sin embargo, esto no cuadra bien con los malos presagios que vienen de arriba, en concreto de Centroeuropa, a cuenta del encarecimiento de la energía y la consiguiente subida de las materias primas con su impacto seguro al corto plazo en el incremento de los precios y la inflación, algo muy peligroso para un país endeudado hasta el extremo como el nuestro.

En Austria, un informe de sus Fuerzas Armadas alerta sobre "una falla generalizada de energía, infraestructura y suministro, posiblemente en toda Europa, que es un riesgo realista y al mismo tiempo subestimado". En Alemania, hace un par de semanas, la Oficina Federal de Protección Civil y Asistencia para Catástrofes, compartió un vídeo tutorial con consejos sobre cómo actuar en caso de apagón. No se trata de exagerar ni asustar a nadie, pero las horas de ordenador y los paseítos por la azotea del confinamiento son un lujo asiático comparado con las medidas del plan B que recomienda el vídeo.

Basta hablar un par de minutos con cualquier persona medianamente relacionada con el mundo de la distribución para reparar en la magnitud del problema, que tiene literalmente bloqueados a fabricantes y distribuidores que simplemente se ven obligados a pagar tres veces lo que antes costaban las materias primas, algo que ya se está notando en la entrega tardía de ciertos bienes de consumo y amenaza con extenderse a otros sectores relacionados con los productos de primera necesidad.

Y mientras esto ocurre, en este extremo sur del continente sus principales cabezas pensantes siguen enredados en los debates de siempre, ocupados sus esfuerzos en políticas del cortísimo plazo que en la mayoría de los casos a poca gente interesan. ¿Existe un plan de emergencia por si ocurriera un desastre como el comentado? ¿Se hace algo para concienciar a la ciudadanía de la auténtica dimensión del problema? Por supuesto que no. Eso sí, ya se puede dar por hecho de que por fin volveremos a recuperar nuestras entrañables tradiciones olvidadas y la vida volverá a ser la de antes, como si nada hubiera pasado. Como en un Titanic de la energía.

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