el as en la manga

Ángel Esteban

Vargas Llosa y España

HAY un poema de Miguel d'Ors, de los años ochenta, titulado El tema de España, que describe al poeta a punto de disparar sobre la piel de toro, harto de las sinrazones de nuestra tierra, cuando recuerda el vino de Ribeiro, las Meninas, palabras de Cervantes, unas cuantas montañas, y su cólera desaparece, mientras se arrepiente de haber sido infiel a tanta España, hasta que, de pronto, llega de nuevo la canción española con su olor a sobaco, el desmadre de los sanfermines, los retretes públicos, las mujeres ídem, tan prolíficas, Goya con la familia de Carlos IV, y su cara enrojece de nuevo como el Etna y vuelve a tomar la pistola. España es un lugar magnífico y a la vez podrido. Creo que esta es una sensación bastante generalizada entre muchos paisanos peninsulares. Nos gusta el modo de vida pero ya estamos hasta el gorro de pícaros y de listillos corruptos y derrochadores, que son muchos más que los políticos.

El domingo estuve con Mario Vargas Llosa en Marbella. Hacía tiempo que no lo veía, y me interesó saber qué pensaba sobre la situación de España en la actualidad. Recuerdo que en muchas ocasiones, incluido el discurso de recepción del Nobel, ha alabado el milagro español de la transición, desde el punto de vista político y económico. Mario vino por primera vez a España hace cincuenta años, y conoce la época de Franco, la transición y la democracia como cualquier español. Su visión del crecimiento intelectual, social y laboral ha sido siempre positiva, y ha encomiado tanto los logros de Felipe como los de Aznar.

Nuestra charla en Marbella no tuvo ese sesgo, lógicamente, pero sí pude ver una preocupación que solo un español puede tener: la del que ve cómo su hogar se desmorona por no haber sabido administrar bien sus riquezas. Una pesadumbre que recuerda los versos de Miguel d'Ors, el amor y el aborrecimiento de un civilización que ha tocado fondo, y que tendrá que dejar de hacer gala de aquello que todos amamos (la cultura del ocio, la diversión, la simpatía gratuita y el poco esfuerzo) para dedicarse de lleno a corregir lo que todos odiamos (la falta de seriedad, la picaresca inútil, la ausencia de solidaridad, la envidia, la pereza). Creo que todo eso es mucho más importante que salir en este momento de un pozo de intereses sin fin con el que Europa nos ahoga. La coyuntura hay que atajarla con celeridad, pero el problema de base hay que empezar a resolverlo con calma. Unamuno se puso a ello hace cien años, y hoy sus palabras parecen todavía nuevas, desgraciadamente. Así que ánimo.

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