Estaba tentado a titular esta columna como Violencia juvenil para reflexionar sobre el fenómeno de las palizas y agresiones que en grupo se están dando en nuestro país, algunas con resultado de muerte (caso de Samuel) o de lesiones gravísimas (caso de Alex, joven de Amorebieta en situación crítica actualmente) y que están protagonizadas, casi todas ellas, por jóvenes.

Pero creo que poner apellido a esta violencia puede no ayudar a lo que debe ser el objetivo central ante este fenómeno: prevenir y evitar que vuelvan a ocurrir estos lamentables sucesos. Es violencia. Sin más.

Violencia, eso sí, que conviene analizar desde sus raíces y que aunque esté protagonizada por jóvenes en muchos de los casos y eso haya que tenerlo en consideración, se nutre de una situación de contexto en la que se dan condiciones favorables para la violencia.

Si queremos erradicar estos casos de nuestra realidad social, hay que analizar con detalle y rigor las causas y los condicionantes que favorecen estos comportamientos (casi siempre grupales); comportamientos ajenos a los valores de respeto a los derechos humanos que teóricamente prevalecen en nuestra sociedad.

Habrá que preguntarse qué se puede hacer mejor en la educación en valores tanto en las instituciones educativas, en las familias, en las empresas, en los medios de comunicación y en cualquier otro espacio útil para la educación.

Tendremos que analizar cómo influyen en el fenómeno de la violencia las redes sociales, tanto en lo que suponen como espacio para la exhibición, la simplificación y la trivialización de cualquier fenómeno, cómo en los límites que se deben instaurar en las leyes y normas de autocontrol en las redes ante mensajes y comportamientos predictivos y favorecedores de la violencia.

En qué medida, con o sin intervención de las redes sociales y medios de comunicación, el odio al diferente se extiende en la sociedad e, incluso, cómo las incertidumbres y las tensiones generadas en la población general por la pandemia de Covid-19 tienen un efecto favorecedor de stress y malestar social que, en algunos casos, puede tener una vía de escape hacia la violencia.

Estamos frente a un fenómeno cada vez más frecuente y ante el cual sería un error cruzarse de brazos y no afrontar con determinación y firmeza el análisis de sus causas y la adopción de estrategias que tengan como norte el objetivo de prevenir y evitar nuevas agresiones y nuevas víctimas. Incluso, revisar si las leyes deben ser modificadas. Manos a la obra, ya

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