
La Rayuela
Lola Quero
Seguir al líder al despeñadero
Algunos fuimos afortunados por tener en casa una cocina de gas, yo siempre me he resistido a usar esas placas de inducción que me hubieran obligado a desechar todas las ollas que heredé de mi madre o a tener que mirar en el culo de la sartén, ya saben por dónde se ponen al fuego, y encontrar el dichoso símbolo que indica que se calienta en la placa. Ea, cuando dieron las tres de la tarde, y ya sabíamos que la cosa iba para largo, volví a ser afortunado pues había encontrado las cajas de cerilla y pude encender mi cocina de gas, eso sí, prendiéndola con una cerilla pues la chispa eléctrica se había desaparecido como parte de los megavatios perdidos.
Afortunadamente seguía escuchando las noticias en la radio a pilas que, también heredada, sigo teniendo en mi casa y que en algunas ocasiones seguimos usando por pura nostalgia. Algo complicado fue comprar más pilas en un súper próximo donde los ciudadanos y ciudadanas se daban codazos por llevarse el papel de limpiarse el culo, el de ellos y ellas, no el de la sartén, pues ya eran las seis de la tarde y seguíamos sin noticias gubernamentales y quizás ya algunos pronosticaban algún tipo de descomposición.
Por fortuna recordaba que tenía varias velas sin acabar de consumir de las últimas navidades, me parece que solo las uso para decorar la mesa en esos días. En todo caso, pensé, tengo un montón de velas de numeritos de esas de los cumpleaños, las mejores son los 1 y las peores son los 8.
Todos éramos afortunados porque el día era de una primavera espléndida y el sol seguía luciendo, los niños y niñas jugaban en los parques y las terrazas empezaban a llenarse, las cervezas ya corrían de mano en mano antes de que se calentaran. Me dio un escalofrío pensar en que los megavatios se hubieran evaporado en un frío día de enero o en un tórrido mes de agosto.
Afortunadamente, ya a la luz de las velas navideñas, todos los españoles nos tranquilizamos al oír a nuestro puto amo decir que teníamos el mejor sistema eléctrico del mundo mundial y que lo que no podía pasar, aunque había pasado, se iba a solucionar. Podíamos irnos a la cama tranquilos, dado que a Putin quizás no se le podía culpar, había un plan B de solución. A saber: el fiscal general del estado iba a procesar a las empresas privadas culpables y las ministras comunistas, por supuesto, iban a nacionalizarlas. En la oscuridad de la noche yo era afortunado contemplando un maravilloso cielo estrellado. Estaba seguro que amanecería. Vale.
También te puede interesar
La Rayuela
Lola Quero
Seguir al líder al despeñadero
Envío
Rafael Sánchez Saus
La raíz del mal
La ciudad y los días
Carlos Colón
La España de Torrente
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Corrupción por sistema
Lo último