Mi amigo y el móvil

No reconocí a mi amigo en aquella persona atada a un aparato; la tecnología lo había cambiado por completo

Ya con demasiada frecuencia vemos a alguien que está delante de ti y en vez de escuchar algo que tienes que decirle está revisando la pantalla de su móvil e incluso contestando mensajes. Y ahora les voy a contar lo que me pasó hace poco con un viejo conocido al que no veía hacía un par de años. Me llamó para quedar porque, según dijo, tenía muchas ganas de verme. Quedamos en el Chikito. Yo creía que iba a pasar un buen rato con él porque lo recordaba como un personaje dado al humor y un gran contador de anécdotas. Yo llegué antes y me senté en la terraza. Al llegar él lo primero que hizo fue poner el móvil encima de la mesa, como hacían en las películas del Oeste con las pistolas aquellos que se sentaban a jugar a las cartas. Me preguntó si seguía escribiendo en los periódicos, algo que él ya no compraba porque todo lo que leía lo hacía a través del móvil. En la casi media hora que estuvimos juntos aquel aparatejo no dejó de dar el coñazo y cada vez que se oía un inclasificable pitido que salía de él, su dueño miraba la pantalla y revisaba lo que a través de ella le decían. No reconocí a mi amigo en aquella persona atada a un aparato. La tecnología lo había cambiado por completo. Yo estaba incómodo. En un momento determinado sonó de nuevo el teléfono y él, al ver de quién se trataba, me dijo que perdonara, que tenía que contestar porque era muy importante. Se levantó de la mesa y comenzó a andar por la plaza del Campillo con el móvil pegado a la oreja. Luego atendió otra llamada. A la media hora o así, no pude resistir más esa indiferencia, aproveché que se había ido a contestar una tercera llamada para pagar la consumición y largarme. Cuando iba por la calle pensé en enviarle un mensaje a través del 'guasap'. Podría haberle puesto algo parecido a lo que le dijo Reynaldo Arenas en una carta a Nicolás Guillén cuando dejaron de ser amigos. "De acuerdo con el balance de liquidación de amistad que cada año realizo -balance que se rige por rigurosas constataciones- le comunicó que usted ya no es mi amigo. Por lo tanto, desde el momento en que expido este documento queda usted desvinculado, en forma definitiva, de todos mis afectos". En lugar de eso le puse: "¡Vete a tomar por culo!". Le envié el mensaje, pero aún no me ha contestado. El muy capullo.

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