No es justo que pasen inadvertidos los 40 años de democracia que hemos vivido, en el periodo más positivo y pacífico que ha tenido España -en el orden de sus cainitas confrontaciones-, pese a los múltiples atentados de ETA, Grapo, el de la extrema derecha y la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, incluido el intento de golpe de Estado de 1981 y, hoy, el otro golpe de Estado que anuncian los independentistas catalanes. Los que escribíamos en aquellos tiempos, llenos de esperanza e ilusión -también de zozobra- y los que acudimos a la urnas el 15 de junio de 1977, día en el que se celebraron las primeras elecciones generales democráticas, tras la dictadura de Franco, enlazando con las últimas que vivió el país desde febrero de 1936, tenemos obligación de rechazar los falsos conceptos que algunos utilizan para desprestigiar una época y el esfuerzo de la sociedad española, llamando 'régimen' el proceso que culminó en la redacción y aprobación de la Constitución de 1978 y que acabó con el verdadero régimen existente bajo la dictadura franquista. Loa, pues, al Rey Juan Carlos, a Adolfo Suárez, el primer presidente elegido democráticamente, a Felipe González que convirtió al PSOE, con 120 escaños, en la primera fuerza política de la oposición y, más tarde, en el largo periodo de gobierno socialista; también a Santiago Carrillo que, siendo el Partido Comunista el abanderado de la lucha antifranquista, obtuvo un tercer puesto, con 20 diputados, seguido de la coalición de Tierno Galván, los de la derecha de Fraga, los nacionalistas catalanes y vascos, entre otros.

En Granada se eligieron 7 diputados: por UCD, Federico Mayor Zaragoza, Arturo Moya Moreno, Mercedes Moll de Miguel y Joaquín García-Romanillos Valverde, y por el PSOE, Manuel Fernández-Montesinos García, María Izquierdo Rojo y Daniel Maldonado López. Fueron los primeros de una época que debe quedar enmarcada y de la que escribimos tanto, antes y después de aquella histórica jornada, en la que depositamos nuestro voto libre en una democracia deseada, tras tantos años de oscurantismo. Estábamos abriendo las puertas para una nueva España, cosa que hay que subrayar como se merece cuatro décadas después.

Es verdad que, hoy, muchos hemos perdido ese entusiasmo por unos comicios, los gobernantes nos han defraudado en muchas ocasiones, las vergonzosas corrupciones, el espectáculo circense de nuevos y viejos líderes, la carencia de credibilidad de la clase política, la antisocial forma de resolver la crisis hace difícil encontrar paralelismo con aquellos días. Pero, como decía, no es justo perder la referencia del 15 de junio de 1977, con el que inauguramos cuarenta años de democracia que es tanto como decir de libertades.