Ricardo Hernández Soriano

Un arquitecto intemporal y emocionante

Tuve ocasión de escuchar a Norman Foster en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos celebrado en Barcelona en julio de 1996. Con multitudinaria asistencia, una organización desbordada tuvo que anular su conferencia e improvisar un escenario al aire libre frente al MACBA de Richard Meier. En un inédito espectáculo de masas, Foster, perseguido por cientos de alumnos de arquitectura por las calles del Raval para reclamarle un autógrafo o una foto, simbolizó ya mediados los noventa la condición estelar de los grandes arquitectos mediáticos.

Ayer recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2009, galardón que debe entenderse como el reconocimiento a una obra consistente desde sus inicios, innovadora, siempre anticipada a su época. Formó equipo originariamente con Richard Rogers (autor tras su separación del Centro Pompidou de París), experimentando ya en los años sesenta con edificios de pieles novedosas y exactas que evolucionaron hasta la sinceridad de los esqueletos estructurales vistos de los años setenta con una importante componente de innovación social. Punto culminante de su carrera fue el banco de Hong Kong (1980-1986), espectacular alarde arquitectónico donde la estructura asume la seductora expresión del edificio.

Los encargos de la década de los ochenta en comprometidos entornos urbanos pusieron en evidencia su capacidad de análisis, su interpretación de la ciudad histórica y su ya reconocido talento; el empleo de elegantes y refinadas cubiertas ingrávidas recuperó la contención formal de sus inicios, iniciando una fase de grandes encargos que exigió una reestructuración conceptual de su despacho.

Con delegaciones hasta en siete ciudades del mundo, el estudio de Norman Foster asumió una conciencia ecológica y sostenible desde la permanente eficacia estructural y económica de sus propuestas, siendo además una apuesta segura para sus clientes en la garantía del éxito simbólico y mediático de una obra que se extiende por todo el planeta. El siglo XXI se inicia para Foster con sobrecarga de encargos que queda reflejada en edificios de calidad desigual, siempre eficaces, pero en notorios casos carentes del peso conceptual de años anteriores, como si la más que reconocida capacidad representativa y simbólica de su obra hubiese erosionado su margen de sorpresa y de reflexión.

Norman Foster, colosal y minucioso, autor del puente más alto del mundo en Francia, de la torre más alta de Europa en Frankfurt y del edificio más grande del mundo (el aeropuerto de Pekín tiene 1'3 millones de metros cuadrados construidos en solo cuatro años), es hoy el arquitecto más famoso y laureado del mundo. Y recibe el Príncipe de Asturias de las Artes en 2009, el mismo año que el Premio Pritzker es otorgado a Peter Zumthor, el Arquitecto-Artesano suizo que rechaza los grandes proyectos para encontrar en sus interiores silenciosos la espiritualidad de una arquitectura intemporal y emocionante.

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