Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Los besapiés de Iglesias

Por el favor independentista ha pateado la memoria de los exiliados y al Estado democrático

Durante las décadas que he seguido la situación política, social y cultural de España -incluyendo a mi ciudad- no he encontrado en los diversos gobiernos democráticos individuos tan grotescos, zafios, indocumentados y desleales con su cargo como el actual vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. Sus expresiones y acciones se entienden, como no podía ser de otra forma, en relación de su alta representación, y no la de uno más de las políticos en la oposición o marginales, que tienen derecho de decir lo que quieran. Pero el cargo obliga y cuando habla no puede evitar distanciarse de su alta magistratura, de la que vive opíparamente, para pagar su caserón de Galapagar o gozar de coches oficiales, escoltas, hasta de niñera, con alto cargo en la administración. Es decir, ha alcanzado el anhelado cielo esperado.

Sus burradas no cesan. Las dos últimas, las que comparaba a Puigdemont con el drama de los exiliados republicanos, tras la represión franquista -ya comentada- y las dichas al diario Ara que en España no hay plena normalidad democrática porque candidatos a la Generalitat, uno está en prisión -Junqueras que, por cierto, ha participado activamente en la campaña electoral pidiendo al mismo tiempo república independiente y amnistía- y otro, 'exiliado' en Bruselas, son argumentos absurdos pero con una clara finalidad: obtener el favor independentista, aunque sea a costa de patear la memoria de los exiliados republicanos y al Estado democrático y de derecho, del que es vicepresidente. Calificar estas actitudes como vergonzoso besapiés a sus posibles socios es lo menos agrio aplicable a un vicepresidente del Gobierno de un Estado reconocido, en Europa y en el mundo, con toda legalidad democrática. Ha aprovechado que la Rusia actual, modelo de democracia por cierto, que persigue a políticos críticos, a los que presuntamente intenta envenenar, ha dicho que en España hay presos políticos, cuando lo que hay son políticos presos por delinquir gravemente contra el Estado, para expresarse de esta forma. Que la democracia española no es perfecta -si lo fuera no tendría un vicepresidente tan burdo y desinformado en historia y democracia- es obvio, pero no precisamente por esos ejemplos. ¿Preferiría, quizá, la democracia de su amigo Maduro, con sus presos políticos, la represión, la falta de libertades, a cuyo régimen aconsejaron y cobraron por ello miembros del partido de Iglesias? ¿O, tal vez, la de la Rusia de Putin? Todos sabemos la 'democracia' -¿orgánica?- que preferiría y la que está en trance de conseguir, si Sánchez, con su enfermiza obsesión por el poder, sigue cediendo a él y a los indeseables socios que lo sostienen en la Moncloa. La política tiene un límite y la falta de vergüenza, también

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