El cagón del belén

24 de diciembre 2025 - 03:07

Mi Navidad empezaba cuando oía a las aceituneras cantar villancicos camino de las olivas cuyo fruto tenían que coger. Sus alegres voces mañaneras invocaban a los peces que bebían en el río y a la burra que iba a Belén cargada de chocolate. Cuando hacía falta ser picantes aludían a San José, al que preguntaban cómo “te apañaste para pillarte un huevo con los alicates”.

Mi Navidad empezaba cuando mi padre ponía en mesa camilla la botella de anís del Mono y la bandeja de mantecados de la Flor de Rute que compraba todos los años. Ese era su desayuno preferido en los días de Pascua: una copita de anís con un polvorón o un rosco de vino.

Mi Navidad empezaba cuando veía a mi vecino Bernabé el arriero descargar sus burros que iban cargados de los nochebuenos que le habían encargado para que ardieran en las chimeneas en la noche del 24 de diciembre. Eran troncos resistentes de olivo que las familias utilizaban para tener caldeada la vivienda en esa noche tan especial. ¡Bernabé, tráeme un nochebueno!, le gritaba algún vecino. ¿Lo quieres de olivo o de encina?, preguntaba el arriero.

Mi Navidad empezaba cuando mi tío Francisco me llevaba a su casa para que le ayudara a montar el belén. Mi cometido era cortar las hojas de periódicos y con ellas arrugadas mi tío hacía montañas, construía minúsculas norias o servían para que no se rayara el mueble en donde iba montado el belén. A veces yo me entretenía leyendo lo que decían aquellos cachos de papel de periódico y él me regañaba: “Aquí hemos venido a montar el belén y no a leer periódicos”, me decía. Mi tío había sido emigrante en Cataluña y se empeñaba todos los años en poner el caganer, esa figurita que representa a un tío jiñando. A mi tía no le gustaba porque decía que era indecente que una persona estuviera haciendo sus necesidades mientras el Niño Dios nacía. Pero mi tío defendía aquella efigie a capa y espada. Él decía que en muchos sitios de España era una figura imprescindible, más incluso que el ángel que había encima del portal. Todos los años había una discusión a costa del cagón, que a mí, todo hay que decirlo, me caía bien. Tanto que al lado de él ponía un trozo de papel de periódico para limpiarse el culo cuando terminara su faena.

Mi Navidad este año ha empezado con un gripazo de tres pares de narices, lo que no me impide desear a todos mis lectores una feliz Nochebuena.

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