Carcoma de la democracia

23 de julio 2025 - 03:07

Dejó dicho Paco Umbral, desde la profundidad cavernaria de su enfática voz, que “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto” Y parece que algo así es lo que estamos viendo pasar, de manera creciente, en los últimos meses y en la cada vez más desasosegada escena nacional, en la que los episodios periodísticos, como fiel reflejo del devenir político, se suceden, tan rápidamente, que el acontecimiento hoy anunciado, casi llega a desvanecer de la memoria el suceso grave acontecido ayer mismo. Al fin, lo que parece que va quedando es la preocupante idea de que vivimos en un país en manos de un (des)Gobierno que es, por todo ello, incapaz de sujetar las riendas de la propia historia, estando colonizado por infección de toda clase de pícaros a los que es inmune, aún, el ordenamiento jurídico y cualesquiera clases de ética –no digamos ya de moral– y nos van descubriendo que nuestra nación, poco a poco y en el último tiempo mayormente, se transforma en una suerte de cervantino patio de Monipodio en el que las picardías, esas que han estado ocultas hasta ahora poco, van aflorando, flotando sobre las que fueron calmadas aguas, como excrementos malolientes, provenientes de quienes ni siquiera intentan gobernarnos, porque no saben, pues son, según demuestran, simplemente incapaces.

Produce gran tristeza toda esta escenografía, capitaneada por un huidizo (des)presidente –Pedro Sánchez– que desaparece de la escena nacional para marchar a Dios sabe qué países, qué tierras o qué continentes a defender –quiere hacernos creer– la democracia que él se ocupa de destruir en su propia tierra, entre sus férreas manos que se van tornando de claro –aunque por suerte ha de ser efímero– dictador, felón maldito y embustero maquillado de pobre hombre, azotado por el cruel destino, para suscitar, indefenso, sentimientos de pena, de compadecimiento, entre las incautas ovejas de su tan enardecido como irreflexivo rebaño.

Pero no nos hemos de dejar engañar. No sufre el aprendiz de tirano, goza, por el contrario, y se ríe con malévolas carcajadas ejerciendo su apego inútil al poder, como garrapata en oreja de perro. Y mientras horada y succiona, cual carcoma dañina, los cimientos y la estructura de la democracia en la que en un tiempo y mayoritariamente decidimos vivir. ¿O no?

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