Entre el calor asfixiante y la fecha del calendario, estos días Granada se parece más a un desierto edificado que a una de las ciudades más turísticas de Andalucía. Despierta como un paraje inhóspito y así se queda durante la mayoría del día. Solo las calles, las terrazas de los bares, las heladerías y los parques vuelven a llenarse tras la puesta de sol, cuando el mercurio da tregua y la gente aprovecha para disfrutar de las vacaciones.

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