La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Para sorpresa de nadie la foto del día es una infamia, la perpetrada por aquellos a quienes hemos votado para representarnos en la casa que alberga la soberanía nacional. El Congreso de los Diputados se convitió ayer en plató de propaganda para el lobby negacionista de la violencia machista. No ha sido Vox el responsable último de asaltar esta vez la institución con sus soflamas reaccionarias. No. Han sido el PSOE y el PP quienes, con su incomprensible pasividad, han abierto las puertas de par en par a unas jornadas donde se ha negado, relativizado y ridiculizado la violencia estructural que sufren miles de mujeres cada día en este país. ¿Quién necesita ultras si los partidos del sistema les ponen la alfombra roja?
¿Estamos locos o es que ya hemos normalizado lo intolerable? En el Congreso, nada menos que en la sala Ernest Lluch, se ha escuchado que las mujeres denuncian en falso por sistema. Que la Ley de Violencia de Género es una herramienta de persecución ideológica. Que hay que defender a los “varones oprimidos”. Todo esto dicho por tipos con galones y togas, como un exmagistrado del Supremo que ya parecía cómodo hace años dando alas al discurso ultraconservador, y por miembros de los cuerpos de seguridad que deberían protegernos a todos, no promover bulos misóginos. ¿En qué manos estamos, exactamente?
Lo del PP no sorprende. Se deben a Vox en media España y ya no saben cómo modular sus silencios cómplices. Pero lo del PSOE es especialmente repugnante. ¿Qué hace un partido que presume de feminista permitiendo que se celebren semejantes jornadas bajo el techo del Congreso? ¿Dónde está el PSOE que aprobó leyes pioneras contra la violencia de género? Perdido, arrodillado, completamente desnortado intentando justificar su estulticia en este caso con el argumento de que las barbaridades ayer dichas en el Congreso no se combaten con prohibiciones, sino con argumentos. Y mientras tanto, la violencia machista sigue asesinando, maltratando, acosando, esta misma semana en Motril. Pero ahora, lo hace legitimada desde el epicentro de la democracia por aquellos que deberían combatirla con firmeza. La banalización ha cruzado la puerta del Congreso. La pregunta ya no es si estamos retrocediendo, sino a cuántas mujeres más vamos a dejar desprotegidas por cobardía o por cálculo político.
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