Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

El desaire de Mohamed

Sánchez no ha explicado todavía los motivos de su personal adhesión al plan de Marruecos sobre el Sáhara

No esperaba Pedro Sánchez el desaire que el rey Mohamed VI iba a darle en la denominada por el gobierno de Madrid 'cumbre histórica' entre España y Marruecos, donde se abordarían importantes asuntos económicos, políticos y sociales, limitándose a una fría llamada telefónica del monarca. Sobre todo, después que por su cuenta, sin informar al Parlamento, a la oposición -los asuntos internacionales deben ser consensuados, por el prestigio del país- y ni siquiera a sus ministros, Sánchez decidiera darle un giro radical a la tradicional política de España sobre el Sáhara Occidental que era la de las Naciones Unidas sobre el problema, para asumir el plan de Marruecos sobre el territorio en el que tanta responsabilidad tiene España. A estas alturas Sánchez no ha explicado todavía su personal adhesión o sumisión al plan de Rabat. Lo primero que ha hecho el homólogo marroquí al recibir al presidente ha sido recordar la satisfacción por el cambio de criterio al apoyar el plan del reino alauita de una simple comunidad autónoma dependiente de Rabat. Autonomía descafeinada, pero lejos de la independencia de la República Árabe Saharaui. Los destinos de los pinchazos de 'Pegasus' a los móviles del presidente y a otros miembros del Gobierno siguen siendo un misterio o una fake news, pese a ciertas divulgaciones. Los problemas del día a día han hecho pasar al trastero de los olvidos un asunto importante, porque no solo el fondo, sino las formas son trascendentes en las relaciones internacionales.

Es verdad que es vital mantener una atmósfera de concordia y cooperación con el reino de Marruecos, porque hay asuntos vitales como la seguridad de Ceuta y Melilla, cuya adhesión no cesa Rabat de reclamar, pese a que históricamente son territorio español, o los flujos migratorios que, en no pocas ocasiones, ha utilizado para sus pretensiones. Los asaltos a las vallas, dirigidos o permitidos por Rabat, han sido armas de menudeo constante. Aparte de las relaciones comerciales entre los dos países. Naturalmente que hay que mejorar las relaciones y la cooperación con el país vecino, pero no a costa de pagar precios vergonzantes -que, por cierto no les preocupa a Sánchez, como ha demostrado con sus socios independentistas, por ejemplo, hasta el punto de cambiar el Código Penal para hacerlo un código a la carta de delincuentes-, pero no debe confundir su variedad de principios con la dignidad de un país.

En fin, el plantón de Mohamed VI a Sánchez en esa 'cumbre histórica' -donde se ha llevado una docena de ministros y ministras, a los que no han querido unirse los de Podemos-, puede ser algo más que una anécdota o una foto protocolaria, porque los ciudadanos pueden verlo como menosprecio al gobierno que los representan.

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