La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

La distracción del relator: ¿negociar o chantajear?

Cataluña, Iberia, el taxi... Las instituciones no se pueden bajar los pantalones por una razón: los rehenes somos nosotros

Parecía una broma. Nunca pensé que una de las noticias más leídas esta semana en la edición digital del periódico fuera qué significa la palabra "relator". Seguimos jugando al despiste. Entre los eufemismos, lo políticamente correcto y el cálculo electoral. ¿Hablamos de un mediador, un coordinador, un facilitador? Porque hay una delgada línea roja entre "el que relata" y hace de "notario", entre la "persona que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes", y el que termina actuando de cómplice para la presión. Para el chantaje. Para la traición.

Son palabras gruesas pero inevitables. Las ha puesto de moda el Gobierno de Pedro Sánchez, con la desconcertante interpretación de la ministra Carmen Calvo, en la inagotable historia de la crisis catalana y hoy marcarán la movilización masiva que media España, la de derechas, llevará a Madrid a golpe de banderas, consignas y pancartas para denunciar lo que se ha sentido como una bajada de pantalones del Ejecutivo ante los independentistas.

Los términos son importantes, y el sentido último que les decidamos otorgar, pero nos olvidamos de que lo realmente relevante es el fondo: la letra pequeña, los órdagos y las contrapartidas; las tensiones y las cesiones. Y obviamos deliberadamente lo que conlleva "negociar". No voy a justificar a un Ejecutivo que sigue deambulando de prestado pero tampoco eludiré recordar cómo acabó España, con la complicidad y lealtad de todas las fuerzas democráticas, con el terrorismo de ETA.

Porque la clave no está en la literalidad de quien relata sino en la lealtad de quien negocia. Y esta reflexión no sólo nos permite salvar las evidentes diferencias entre el "conflicto en el País Vasco" -como lo llegó a llamar Aznar- y la actual crisis en Cataluña. También nos permite extrapolar la exigencia de responsabilidad a otros ámbitos. ¿Negociación o chantaje? Lo pienso cada verano cuando, sin excepción, los pilotos o los trabajadores de las compañías aéreas nos hacen rehenes a los pasajeros de sus reivindicaciones, llevamos semanas viéndolo en la compleja guerra que los taxistas están librando contra el nuevo mercado de los VTC y subyace, por ejemplo, en temas estratégicos para Granada como el futuro del aeropuerto.

La maldita hemeroteca. En su día fue Ryanair, en la etapa última de Martínez Caler, cuando la implantación de vuelos internacionales se tradujo en un desembolso millonario para la Diputación: subvenciones directas a la compañía para conectar Granada con destinos nacionales como Gerona o Madrid y europeos como Londres, Liverpool, Frankfurt, Milán o Bolonia. Los empresarios irlandeses llegaron a copar los vuelos desde el García-Lorca pero reconozcamos algo: en apenas cuatro años pasamos de 590.000 viajeros a casi millón y medio (un crecimiento de un 148% entre 2004 y 2007) y el impacto en las estadísticas de viajeros alojados en los hoteles también fue espectacular (una subida del 23%). ¿Fue rentable el acuerdo? ¿Fue un chantaje?

Ryanair se marchó en 2011, llegó un nuevo equipo a la Diputación, las subvenciones directas dejaron de ser legales y empezamos a explorar aventuras de alto riesgo: ¿recuerdan la estafa de Hispania Airways? Porque se hicieron las fotos (publicadas están) pero nunca llegó a volar...

El conflicto, hoy, es con Iberia. Con su marca regional Air Nostrum. En Navidad saltó la noticia de su intención de cancelar el vuelo diario a Madrid, unos días antes de Fitur parecía que las negociaciones de la Diputación y el Ayuntamiento con la compañía habían salvado la situación y esta semana (casi) volvemos al punto de partida. El trasfondo técnico y empresarial se lo estamos contando en el periódico; la trastienda política queda para las sobremesas. Y, lamentablemente, la pregunta que queda flotando debería preocuparnos: si hay lealtad con quienes están al frente de las instituciones de Granada para blindar los intereses de la provincia, de todos nosotros, por encima de los de partido. Porque no importa tanto el relator como lo que esconda el relato.

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