La Bitácora

félix De Moya

El divorcio catalán

SIEMPRE he creído que lo peor de las separaciones es el sentimiento de desamor. Esa sensación de orgullo herido que siente el que de pronto se da cuenta de que no le quieren, de que la contraparte prefiere estar sólo o en compañía de otros que mal acompañado.

Oyendo y leyendo estos días toda suerte de opiniones sobre la derrota que toma el asunto catalán, he llegado a la conclusión de que para muchos tertulianos y analistas políticos, España es una amante despechada a la que acaba de dejar el novio de toda la vida. En el colmo del delirio, algunos llegan a decir que no son los catalanes los que se quieren separar, que somos los españoles los que estamos hartos de ellos y deseando que se vayan. En fin, reacciones de despecho, más propias de un culebrón, que del tipo de comportamiento sesudo y racional que la situación requiere. Analizar este asunto de Cataluña como si de un divorcio se tratara es no entender nada. El novio, lo que le ha dicho a la novia, es que es mal negocio mantener el matrimonio, no que no la quiera. Es más, yo creo que hay mucho cariño. El cariño existirá siempre. Es la mejor manera de asegurar que las relaciones comerciales se conservarán en el futuro, es algo así como cuando se mantienen las formas en las parejas divorciadas por el bien de los hijos comunes alegando que después de tantos años de matrimonio siempre se querrán. Desde luego, lo que se deduce de las declaraciones de las autoridades catalanas en estos momentos es que no resulta buen negocio para Cataluña mantener la relación con el resto de España. Nosotros en cambio, en lugar de subirles la paga para que no se sientan tan molestos, les gritamos que cómo se atreven a decir que no quieren continuar con nosotros y que si es así, somos nosotros los que no queremos continuar con ellos. Todo un ejemplo de falta de tacto. Parecemos padres encolerizados poniendo en la puerta de la calle al hijo que ha pedido airadamente dinero para irse de juerga con los amigos. Como si finalmente, de una u otra forma, no fuéramos a terminar aflojando la cartera igual. Es hasta posible que tanto ejercicio de indignación y resistencia previa termine costándonos más caro. Y este es el único asunto que de verdad me preocupa en estos momentos de crisis del contencioso catalán. Por cuanto nos va a salir la broma. De momento ya anuncia el gobierno que el año que viene se abre la negociación para un nuevo sistema de financiación autonómica.

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