El electro

23 de julio 2025 - 03:07

Lo que intento con mis columnas es hacer que un lunes por la mañana parezca un viernes por la tarde. No sé si me entienden. Quiero que pasen un buen rato con la ilusión de que tienen un fin de semana por delante. A veces me enfrento a la pantalla en blanco con un poco de frío, no encuentro el calor necesario. Pero siempre hago lo posible por encontrar esa inspiración que me permita agradarles. No tengo más herramientas que mis palabras y deseo ante todo que sean gratas para ustedes. Ya que los escritores están perdiendo lectores por un tubo, se impone la magia de lo exquisito. No serán unas palabras cualquiera las elegidas, sino aquellas que puedan provocar al posible lector un sentimiento, una alegría, una emoción. Decía Frank Kafka que un escritor es bueno cuando posee un hacha para romper el mar helado de su interior. Pues bien voy a coger el hacha e intentar romper el mar helado de mi interior. Les voy a contar algo que espero que al menos les puede provocar una sonrisa. El otro día fui a hacerme un electrocardiograma para ver si mi corazón funciona bien. La prueba me la recetó mi doctora del Centro de Salud de la Bola de Oro cuando le dije que llevaba varios días con dolor en el pecho. Le comenté que probablemente eran gases y que ya me había pasado en otras ocasiones. Bueno, dijo ella, pero para estar más seguros te haces un electro. Fui hace dos días. La chica que me lo hizo era una enfermera muy guapa. Debía tener treinta y tantos años. Tenía unos ojos preciosos y cuando se acercó para ponerme las pegatinas en el pecho y en el costado, comprobé que su olor era de los que en las canciones dicen que es embriagador. Tenía los dedos cálidos, que se movieron con soltura mientras me ponía los sensores en la parte alta de mi cuerpo. Hace mucho que una mujer joven no me toca, así que comencé a respirar con cierta dificultad. En un momento determinado me dijo que no me moviera y su mano se posó ligeramente en mi pecho para ajustarme un detector que se me había despegado. Sentí algo dentro de mí. ¡Estoy vivo!, pensé. Yo no sé si en los resultados del electro la máquina que registra las señales de mi corazón se notará que me puse muy nervioso. Estoy esperando a ver qué me dice la doctora. Ojalá me diga que el electro ha salido mal y que lo tengo que repetir.

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