LA crisis tiene excepciones, y no es la menos relevante la que representa el sector aeronáutico andaluz, que en 2010 ha multiplicado por cuatro su facturación inicial de 2001, pasando de 495 a 1.983 millones de euros. Su mejora es más valiosa en la medida en que el polo aeronáutico andaluz, basado sobre todo en Sevilla y Cádiz, ha aumentado su peso a nivel nacional, representando ya el 28,4% del total español, sólo superado por el polo de Madrid. Durante el año pasado la industria aeronáutica andaluza ha crecido a un ritmo de dos dígitos (26%), reservado a los sectores más punteros, y eso ha hecho posible que por vez primera supere la cota de los 10.000 empleados. El informe que acaba de presentar la Fundación Hélice demuestra, además, que este auge tiene cimientos sólidos: por un lado, tanto la industria de base como la auxiliar se están adaptando a los cambios del mercado y las exigencias del nuevo modelo productivo, como refleja el hecho de que el 31% de las plantillas estén integradas por directivos, ingenieros y licenciados; por otro, las empresas han incrementado notablemente la inversión en I+D y diversificado su cartera de clientes, excesivamente deudora de Airbus, dos signos inequívocos de que el sector no se duerme en los laureles y trabaja para no quedarse atrás en una economía enormemente competitiva. Finalmente, el éxito del sector aeronáutico es un auténtico alegato contra el fatalismo. Viene a resaltar que cuando la iniciativa privada se arriesga con proyectos bien construidos y asentados y encuentra una actitud receptiva y colaboradora en las administraciones públicas de Andalucía es capaz de crear riqueza y empleo y competir en los mercados internacionales. Es evidente que, sin abandonar los sectores en los que la comunidad autónoma ha sustentado buena parte de su potencial de desarrollo, como el turismo y la agroindustria, hay que apostar decididamente por otros sectores estratégicos que por su solidez aseguren, en todo lo posible, el crecimiento de la economía andaluza y el progreso de todos.